Una de las cosas que hacen más desagradable la contemplación del actual teatrillo hispano es la total ausencia de estética y la falta de educación, la ramplonería, la chabacanería, la enanez intelectual y moral de los diversos sujetillos que agitan la vida pública.
Juan Carlos I abdica (ya era hora, aunque la hora me parece francamente mal escogida y la forma bastante pobre) y aprovechando el momento la caterva de memos se lanzan a la proclama, el insulto y el acoso a la monarquía-institución por medio de la patada en el culo a los titulares actuales y próximos.
El desprestigio actual de la monarquía es responsabilidad del rey Juan Carlos que ha tenido graves problemas para entender que el no es un sujeto sino un símbolo y que su hacer privado no es privado sino público.
Dicho esto, resulta intolerable la actitud de los medios de comunicación que dan pábulo a sujetos como un tal Sala que ha dicho en un tertulia de RAC 1 que "la infanta Leonor se parece a la niña del exorcista".
Amén de faltar a la verdad, esas declaraciones encierran una mala baba, un odio de casta, una bilis negra que da pena. Eso si, dos guantazos del padre de la niña no le sentarían nada mal.
Las gracias de tantos años de reír el chiste a los nenes de la independencia catalana y a los mafiosos separatistas de uno y otro signo, se traducen en este tipo de cosas que no me parecen simples anécdotas sino representativas de un estado de cosas que hace difícil la convivencia diaria.
No por haberlo escrito muchas veces antes resulta menos importante resaltar el tremendo error que supuso la entrega de la educación a la progresía separatista. Ahora campan por España varias generaciones de jóvenes a los que se les ha inculcado un odio cerval a todos los símbolos y tradiciones que tienen algo que ver con la Nación española, su historia y costumbres.
Odian la bandera, odian el himno, odian a la Iglesia, odian la Monarquía, odian al ejército, odian la Fiesta Nacional y odian la mera palabra España que no utilizan nunca jamas como si el hecho de pronunciarla fuera mentar al diablo mismo.
Ese odio no surge de ninguna reflexión basada en formación, lecturas, ponderación. No señores, es un odio de entrañas, de bilis. El odio del rajacuras y el chequista, el odio del anarquista que viola monjas y quema iglesias por puro odio, por acabar con lo que el cree que son los símbolos de una opresión que no existe más que en su cerebro enfermizo y lleno de vacuidad.
Las cosas que se ven y se escuchan por las calles de esta pobre España son para vomitar primero y después cargar el mosquetón, porque no nos equivoquemos, ante una alimaña encelada no cabe diálogo ni razón, al zorro no se le expulsa del gallinero más que con un palo o unas postas.
El grave error ha sido el vender la mercancía falsa de que España se había convertido en una democracia avanzada dónde la gente discutía abiertamente las opciones según su entender y parecer.
Todavía ayer decía Mariano Rajoy que toda postura es defendible siempre que se haga con la ley en la mano.
¿Tan ciegos estáis que no veis el error y seguís dando trompazos contra el muro?
No señores, no todas las ideas son defendibles ni todas pueden obtener una valoración positiva.
Cuando una persona, grupo o formación sostienen posturas que son claramente contrarias al orden natural y al bien común, no se le puede dar carta blanca y dinero del presupuesto para que tome el poder y haga de su capa un sayo.
El debate no es monarquía o república, el debate es otro, es el debate de España y la anti-España, es el debate antiguo de los enanos contra los gigantes, de aquellos que no se sienten partícipes de nada más que de su cuenta corriente, de su vida enana, de su egocentrismo de aldea de enanos y a los que su complejo de inferioridad les impide actuar con apertura de miras, con generosidad, con inteligencia.
Los próceres del 78 se creían que habían inventado la rueda y lo que hicieron fue inaugurar la cloaca. No sólo dejaron el eterno problema foral sin resolver sino que crearon la plataforma perfecta para la incubación y difusión de la plaga, colocaron un millar de bombas de relojería en el sistema que ahora nos están estallando una a una.
Tiene bemoles que esos "señoritos" todavía tengan la cara dura de salir en la televisión dando clases y hablando de "la herencia de la transición". ¡Menuda herencia! Ojala hubiéramos podido aceptarla a beneficio de inventario.
Al futuro rey le queda mucho por hacer. En juego está su trono, la continuidad de la monarquía y con ella la de algunos de los pocos símbolos y tradiciones que han resistido a duras penas el rodillo de la estupidez (derecha) y del odio (izquierda).
Espero que no trate de borbonear con los enemigos de España, si lo hace no se salvará del desastre y lo peor es que sacrificará a una Nación entera a la que se pondrá, una vez más en su Historia, entre la espada y la pared.