Estuvo don Manolito detenido tres días por pasearse por todo el pueblo
gritando ¡Viva las tontas! Por su estado mental, y pese a la denuncia
presentada por la policía de la diversidad, se libró de ser acusado por un
delito de odio. Las señoras del pueblo estuvieron unos días de mal humor, no
tanto por la extravagancia de don Manolito, que les traía sin cuidado, sino por
la reacción de las autoridades, tan visceral y solícita. Ninguna de ellas se
sentía ofendida por los gritos de don Manolito, pero los funcionarios de la
policía y de los juzgados, como haciendo méritos, estuvieron obsequiosos y
atentos con todas las mujeres del pueblo como diciendo, no permitiremos que se
burlen de vosotras, no dejaremos que os odien. En cuanto a las autoridades, lo
peor fue la reacción de las señoras elegidas por sufragio universal. Se
lanzaron a hablar de misoginia y discriminación, reprocharon a don Manolito sus
burlas a la Mujer, con mayúscula. A la más vehemente de todas ellas, Toñi la
Roja, le soltaron un ¡viva la señora concejala! que sentó fatal, por si iba con
segundas. Al del grito, la policía de la diversidad no consiguió identificarlo.
Pero se llevó un bofetón que, por si las moscas, le arreó con terrible
violencia doña Tomasa. Esto puso fin al incidente. Don Manolito volvió a su ser
con una inyección y unos días de reposo en la Fundación Tato.
- Hombre, como
dicen en mi pueblo, le ha quedado muy curioso, muy fino, provocador y sinuoso. ¡Pero
no hay parecido con la realidad, tiene usted una imaginación!
- No se crea,
no se crea.