Al tiempo que la economía española enseña sus vergüenzas y la nación se contorsiona con dolores de parto, el Muy Honorable Presidente de la Generalidad de Cataluña Artur Mas compareció ayer en Barcelona para soltarse la melena con unas declaraciones en las que según los diarios nacionales textualmente afirmaba "nadie puede utilizar unilateralmente las armas, en sentido figurado" para "ir en contra de la voluntad de un pueblo, decidida, democrática y pacíficamente y con amplias mayorías".
Las palabras del Sr. Mas no pueden sorprendernos a estas alturas y no pasarían de ser unas palabras más del independentista Presidente de Convergencia si no fuera porque este señor es Presidente de una Comunidad Autónoma y como tal máximo representante de un poder que debe atender al bien de su comunidad y gobernar por y para todos los ciudadanos catalanes le hayan votado o no.
Por si fuera poco el Presidente, conforme al artículo 67.1 del Estatuto de Autonomía ostenta la representación ordinaria del Estado en Cataluña.
Para cualquiera que no esté completamente contaminado por las desviaciones intelectuales que se han hecho común en nuestra España actual y que permiten admitir casi cualquier cosa, que el mayor responsable de una institución pretenda dinamitar la misma y manifieste su intención de hacerlo de de facto gracias al argumento de que nadie está en condiciones de impedirlo, o dicho en lenguaje de la calle "porque nadie va a tener lo que hay que tener para impedirlo" es como mínimo insólito y en en todo caso repugnante.
Si bien la responsabilidad directa es del propio Mas y de los que apoyan y jalean su arreón independentista, no es menor la responsabilidad de aquellos que desde nefasta Constitución de 1978 hasta hoy han ido transigiendo con las veleidades independentistas de ciertos sectores del catalanismo y "riéndoles la gracia" a los que de manera impune han propuesto y sostenido la validez de un quebrantamiento ilegal e indeseable.
El mayor problema estriba en que éste asunto de vieja raíz no sólo no fue atendido debidamente durante la incompleta transición sino que se manejó como si fuera una suerte de enanito de feria al que se podía arrinconar en su caseta con la esperanza de que a cambio de cuatro pesetas y permiso para ondear la bandera y comer calçots (excelente plato, por cierto) se contentaría con su papel de bufón del teatro autonómico.
Pero como era de esperar no ha sido así y el enanito independentista no sólo no se ha quedado en su barraca sino que ha tomado posesión del palacio presidencial y a base de comer pedazos y más pedazos de transferencias y presupuestos es hoy un gigante que amenaza con tragarse a los memos que le trataron de problema menor y por tanto transaccionable.
Uno de los grandes males de España es el amor por el pacto y la transacción. No sabría decir si es la sangre levantina o qué explicación antropológica cabe pero en esta santa tierra el pactar bajo la mesa gusta más que la paella y el manchego.
La desastrosa transición y los posteriores pactos alcanzados bajo la estricta vigilancia mundialista dejarón el "asunto catalán" en manos de una cuadrilla de artistas que tras el saqueo al presupuesto y la elevación de la cursilería política hasta cotas dificilmente igualables han decidido que es el momento del órdago final, del chantaje fantástico que les asegurará unas décadas, cuando no varias generaciones de prosperidad económica personal y de control, de poder, que al final es lo que este enano transformado en gigante siempre ha perseguido.
Por si fuera poco, la fuerza presente que debe enfrentarse al gigante la conforman un conjunto de individuos más capacitados para integrar la Banda del Empastre (con todo respeto a la memoria de tan digna institución del espectáculo) que caracterizados para defender la integridad nacional.
El Sr. Mas dice todas estas cosas porque cree y muy posiblemente esté en lo cierto que no le van a costar nada. El Gobierno de España con la ley en la mano dispone de los instrumentos para resolver el asunto en diez minutos y de no ser por su único afán de gobernar mirando a la urna se daría cuenta de que aplicar la ley en éste supuesto (como en los demás) amén de ser lo lógico y razonable redundaría con toda seguridad en su fortalecimiento político y electoral.
Mucho me temo que no irán por ahí los tiros y que una vez más se recurrirá al juego de tahúres, al apaño bajo la mesa, al corre-vete-y-dile que tanto gusta en la España de hoy y que tanto daño nos hace.
Sanglier.
Joroba con Sangli, ha afilado las defensas y lanza dentelladas a troche y moche. Sólo falta que Alcides y Tato se dejen de remilgos.
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