En el intervalo de dos días, entre tren, pueblo y polígonos, en ese paisaje ajeno, prehistórico por su aspecto abrupto y su vegetación rala, prehistórico por su urbanismo detenido en los años sesenta y setenta, y por la humedad de la proximidad del mar, es como si uno desapareciera, como si durante esos dos días se sufriera un rapto con amnesia, se viera lo que no es propio. No hay casa, hogar, lo cotidiano no existe, no hay familia, no vamos a los toros, el paisaje es otro, no hay rastrojos ni encinares. Todo tiene, con su silencio de barriada salubre en alquiler, un vago aire de melancolía. Unos chinos de risa cruel desayunan en la mesa de al lado, y con ellos una máquina por la que se recibe la risa de otra china. En el tren la llanura áspera magnificada por un cielo cubierto de nubes oscuras, densas, que parecen aplastar, amasar, extender más aún el paisaje quieto, como inmutable. El tren correo a casi trescientos kilómetros por hora, y hasta acercarse a Madrid ausencia, ausencia, sólo la naturaleza que parece quieta, callada. Apercibida fugazmente una iglesia al final de una quebrada, visión sobrecogedora y hermosa, de otro tiempo, de este tiempo, que viene a poner en su sitio nuestras preocupaciones electrónicas, nuestra prisa, y sobre todo nuestro deseo de aparentar prisa y ocupación.
- Joroba Doroteo, si es que la gente es tonta.
- Ya hijo, ya, pero si es que son así, que quieres que te diga, cuando menos hacen más cara de prisa. La cosa es parecer y pisar fuerte.
- Lo mismo que con las titis…
- Doroteo, nadie dice titis ya hombre, y hasta te pueden meter en la cárcel por usar expresiones como esa. Es mejor que digas, más respetuosamente, una tronca. Me han dicho que es más de hoy, más moderno. Yo en el pueblo es que no me entero.
- Pues el otro día en el trabajo, una con un tatuaje del tobillo hasta la ingle. ¡Menos mal que llega el frío!
- ¿Pero cómo sabes tú hasta dónde…?
- Yo no sé nada, pero es que como desaparecía por encima de la rodilla pues lo demás me lo he imaginado. Al principio pensaba que era una flor, pero al fijarme (curiosidad que le pierde a uno) resulta que era más bien una enredadera, madreselva, glicinia o así, enroscándose por la pierna...
- Bueno dejemos aquí la cosa.
ALCIDES, tío, no te lee ni el Tato, que ya es una putada...
ResponderEliminarNo se quien ha sido la rata, pero sepa que con Tato comento todas las entradas antes de publicarlas. De todas formas, debe Vd. saber que escribir es una simple manía, hoy lo hace casi todo el mundo, no s escribe ya para tener lectores, y menos como Ud. que sospecho debe ser persona contrahecha y fea.
ResponderEliminarAtentamente,
A. Bergamota,exiliado.