En
ese mundo extraordinario, en esa escuela de la sensibilidad, que son los
escritos sobre toros, colocamos a don Luis en el grupo de los elegidos, en el
grupo de los que al plasmar en el papel sus impresiones de una tarde de toros, en
el campo o en la plaza, trascienden del género al que se dedican. Pongamos a
don Luis junto con Gregorio Corrochano, con Pepe Alameda, con Díaz-Cañabate, y
no alarguemos más la lista aunque nos dejemos fuera a muchos, que es de don
Luis de quien queremos hablar. El tono sereno, la mirada aguda y precisa,
envuelta en cierta bonhomía que no se toma en serio, la capacidad de
observación, el gusto por la anécdota sabrosa, para amenizar la lectura tras un
pasaje de más sesuda disertación o de un largo recorrido por las complicadas
genealogías de la cabaña brava, el profundo conocimiento del campo y de sus
gentes, del ganado bravo y de su cría, de la plaza en toda su extensión, desde
las elegancias de los palcos hasta las interioridades de los corrales, el
profundo conocimiento también, y no es el menor de ellos, de España, de su
historia y de su ser.
Portada de Los Cuentos del Viejo Mayoral. |
Pues a través, por ejemplo, del retrato que hace de trece
ganaderos románticos, nos lleva de la mano por una España de siglo XIX alejada
de la espuma política por la que estamos acostumbrados a transitar,
adentrándonos en la intrahistoria, en la manera de vivir, en todo aquello que
pese a los avatares políticos seguía en pie, viviendo y funcionando ¡y de qué
manera, con que personalidad y con qué autenticidad! Y todo esto nos los
muestra Fernandez Salcedo con un sabor y un arte de contar espléndidos, apoyado
en una forma de ver y entender el mundo que trasciende en cada página y que
viene a ser la síntesis, la plasmación en el papel de la mirada sobre las cosas
de lo que antes se llamaba, un caballero.
Pero
volvamos, a través de Fernández Salcedo, por un momento, al reciente San
Isidro.
Para
empezar la lectura de don Luis lo que proporciona al lector es perspectiv en
eso de ver toros: “(…) pero a pesar de
los pesares, el Morenillo fue ovacionado, porque entonces el público se fijaba
en la clase de toro que el espada tenía delante. Dijo un cronista de la época: «Nunca vimos un toro más imposible de lidiar,
siempre defendiéndose, cortando el terreno en sus viajes, se arrancaba a todo
el que se le aproximaba, se tapaba y no había medio de hacerle humillar, ni aun
teniendo la muleta en el suelo…» (¿Qué pasaría hoy si saliera un galán de esa
categoría?)”. Es fácil contestar a la pregunta. Hemos visto cierto público
mansurrón y descastado entusiasmarse con la eternas faenas automáticas al toro
automático, ese que va a al señuelo como los galgos a la liebre mecánica, y no
entender las dificultades planteadas por toros de verdad, pitando a las
cuadrillas, o afirmar su aburrimiento antes las diferencias de comportamiento o
la lidia de un toro manso que tan a prueba pone a todos los intervinientes.
Recordarán
cierta polémica surgida a raíz de la primera tarde en que actúo Roca Rey.
Cogido por el toro, rasgada la taleguilla, apareció una como media abultada,
como con aire a neopreno y se comentó la posibilidad de que llevara debajo del
traje algún tipo de protección. Se dijo luego que eran unas medias negras y la
cosa ha quedado sin aclarar. Pues bien, parece que la tentación –que no sabemos
si en el caso de Roca Rey ha existido- de protegerse el cuerpo frente a las
cornadas parece que no es nueva y que ya la padeció en su momento el famoso
matador El Tato. Le vemos a cargo de cinco toros, por herida de su compañero Cayetano
Sanz que solo mata el primero del mano a mano programado:
“(…) y el Tato fue a menos en su labor, pues quedó bien en el segundo;
regular, en el tercero y en el cuarto, y no pasó de mediano en los dos últimos.
El toro Pimiento, retinto, le hirió al entrar a
matar dándole un fuerte varetazo. Como es sabido, este espada salía muchas
veces apurado de la suerte suprema, porque hacía muy alto el cruce y no vaciaba
bien. Razón por la cual pensó en la conveniencia de ponerse una especia de coraza
debajo de la camisa, lo que no llevó a efecto por temor a las vayas del público guasón.”
El toro toro. Ejemplar de José Escolar, San Isidro 2019 |
Más
adelante, siempre en su libro Trece ganaderos románticos, nos encontramos con
la reseña del comportamiento de la corrida de Cuadri vista… hace unas semanas
en Madrid:
“Los seis toros, de bonita lámina y
excelente trapío, finos y bien encornados, cuajados y de respeto, no
correspondieron, en manera alguna, a
la gran expectación que habían despertado. Pero esto no quiere decir que fueran
rematadamente malos sino muy vulgarotes. Pelearon en el primer tercio con
tendencia a la huida (…).”
Puyazo de 1890. |
Y
finalmente vemos como ya hace tiempo se producía lo que hoy es habitual,
exageradamente habitual, el abuso del número de pases durante la faena de
muleta. Abuso permitido por otro abuso, que es la presencia constante en los
carteles de lo que hace tiempo describimos como el “toro automático”, es decir
el toro enseñado a ir a un señuelo, falto de la mínima casta, tontuno. Veamos
lo que nos cuenta de Angel Pastor en la página 140 del mismo libro:
"Ángel Pastor abusó de la franela, pues dio nada
menos que cuatro pases naturales, quince con la derecha, cinco por alto y dos
cambiados, como preparación para un pinchazo. A continuación vinieron ocho con
la derecha y tres altos, finalizando la faena con una estocada contraria.”
Sumando, nos salen treinta y siete pases. ¿Qué diría nuestro autor en estos
tiempos en que por sistema se nos somete a, por lo menos, los cuarenta que traen
de casa todos los matadores, para dárselos, todos, al mismo toro...?
Un toro de Martínez. |
Para
el Heraldo de Nava, Genaro García Mingo, plumilla.
De donde ha sacado las fotos?
ResponderEliminarDe distintos lugares en la red. Lo más difícil es encontrar fotos de don Luis, parece que no hay. La foto del Escolar en el tercio de varas es del excelente fotógrafo y aficionado Andrew More.
ResponderEliminar¡Magníficas imágenes!. Los Toros en la distancia larga o en la corta como los post.
ResponderEliminarEspléndido artículo, ¡Cohone!!!
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