lunes, 14 de mayo de 2018

TIPOS CIRCULISTAS. Una conferencia de Alcides Bergamota. Parte II.



El conferenciante, pese a las protestas, prosigue con la charleta y comenta la fotografía proyectada en tamaño gigantesco.

Diremos en primer lugar que desconocemos su nombre. El pie de la fotografía original sólo indica “Hombre con aparato de fotos. Principio de los años 1910. Esto y no decir nada es lo mismo, puesto que es evidente. Nunca pensamos que se tratara de la prima Angélica, ni que llevara en la mano un bocadillo de pimientos. Y en cuanto a la fecha, no esperen encontrarse con Hipólito Arcadievitch este verano si se asoman a alguna playa europea. Sin duda se llama así, Hipólito, hijo de Arcadio. Acabamos de caer en la cuenta. [Algunas risillas].
Lo primero que debemos refutar es eso de los ojillos malignos que revelarían una personalidad retorcida y complicada. En absoluto. Hipólito Arcadievitch es un estudioso del género humano, un poco misántropo, y por eso tiene una mirada a la vez aguda y algo desconfiada. No quiere que nadie perturbe su descanso estival con una conversación llena de pretensiones, o con un croar insustancial. Parlanchina, la dueña, dice cosas banales… Ya saben. Sólo admite la compañía de quien quiera observar con él los reflejos de la luz sobre el agua, o de quien sepa llevarle a algún rincón dónde contemplar el mar con más calma y mayor silencio todavía, y tal vez impresionar una placa. Es posible que a Hipólito le duela un poco la cabeza. Resulta que está también en Yalta, alojado en el mismo balneario, su primo León, León Dimitrievitch, y con él ha venido Serapio García, un amigo español de viaje por Rusia, que viene a tomar las aguas para curar unas dolencias melancólicas. Ayer se acostaron tarde, la cena fue opípara, varias botellas de un excelente borgoña y una de un buen brandy manchego, obsequio de la familia de Serapio, productores de Tomelloso que le hacen seguir el licor allí a dónde va. Pura cuestión medicinal. Esto quizá pueda explicar el ojillo entornado. Eso y un poco, sólo un poco, de prevención y mal humor, que son importantes para disfrutar plena y alegremente todas las maravillas que la vida ofrece. [Aunque prevalece el silencio se ha oído claramente la palabra carca y ha volado un primer objeto no identificado, aunque se apuesta por la pieza de fruta mordida. Pero como no ha dado en el blanco la charleta prosigue. Se oye un oiga por favor, compórtese].
Hemos evocado la prestancia física de Hipólito y aludido algo a los rasgos principales de su carácter, deshaciendo el malentendido que pudieran provocar los ojillos hundidos, la actitud lánguida, la forma de sujetar la máquina fotográfica, un tanto inerte, como si la foto estuviera ya hecha y le pesara un poco ser ahora el retratado.

 Todo se explica por una gran vida interior, y un poco de cansancio por la machaconería progresista que ya existía en su época, y al ajetreo de la cena de confraternización internacional de la víspera. Además, es obvio que Hipólito Arcadievitch echa de menos el mar. Pensamos que ha podido navegar no hace mucho y que tal vez siga en activo. De hecho es posible que la fotografía esté tomada sobre la cubierta de un barco, sobre la que Hipólito parece estar firme y sólidamente anclado. La impresión nos la transmite sin duda su corpulencia física. Tiene pie grande y calza magníficos zapatos abotinados.

Cuero, cordones, una horma airosa y precisa que sugiere se hayan hecho a la medida de la esbeltez del pinrel de Hipólito, seguramente de modelo romano. [Se proyecta un detalle de la fotografía. Rechifla en la zona sentada llena de chancletas y zapatillas gastadas de un color desagradable que denota su larga vida; aplausos desde la zona de bastones con ¡viva Arcadio conio!]
De la pierna es difícil decir nada. ¿Delgada canilla o poderosa herramienta de buen caminante? Se ocultan las piernas debajo de un par de pantalones de rayas irreprochables, de un corte sencillo que cae magníficamente sobre el empeine. Blazer oscuro, seguramente azul marino, chaleco claro, abotonado, corbata de algodón y esa gorra de patrón de yate, de marino, de almirante…Nada está fuera de lugar. [Silbidos ante la exhibición de dandismo apolíneo, nuevos aplausos, un verdadero duelo. El conferenciante levanta la voz, gesticula, llega a gritar.] ¿Sería posible que no hubiera navegado nunca en realidad? ¿Esa gorra tan importante podría ser el símbolo de un anhelo frustrado? ¿O se trata por el contrario del recuerdo más visible y querido de infinitas singladuras? Lo cierto es que la mano es recia, dedos gruesos y nudosos como raíces, manos de hombre que ha trabajado con ellas. [La expresión “manos de hombre” dispara las consabidas protestas e insultos: machista, supremacista, misógino y el inevitable joputa]
- Lo he oído, si, lo he oído, y me alegra saber que tan fina expresión tiene quien la use en esta sala, pues como es sabido desde que fuimos al colegio, ¡el que lo dice lo es! ¡Así que compruebo que el joputismo en masa asiste a esta charleta! [gritos lanzamiento de objetos, aplausos, se cruzan los ¡facha cabrón! y los ¡muera la chusma! Con nuevos aspavientos y poniéndose pie con la botella de brandy en la mano Bergamota consigue imponer nuevamente cierto silencio, quizá por temor a que la botella se use como quebradiza porra]. Continuará.

2 comentarios:

  1. ¡Desde luego que la charla es muy movida!

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  2. ¿ Azulados zapatos los de este Señor de la foto por casualidad?.

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