El conferenciante, pese a las protestas, prosigue con la charleta y comenta la fotografía proyectada en tamaño gigantesco.
Diremos en
primer lugar que desconocemos su nombre. El pie de la fotografía original sólo
indica “Hombre con aparato de fotos.
Principio de los años 1910” . Esto y no decir nada es lo mismo, puesto que es
evidente. Nunca pensamos que se tratara de la prima Angélica, ni que llevara en
la mano un bocadillo de pimientos. Y en cuanto a la fecha, no esperen
encontrarse con Hipólito Arcadievitch este verano si se asoman a alguna playa europea.
Sin duda se llama así, Hipólito, hijo de Arcadio. Acabamos de caer en la
cuenta. [Algunas risillas].
Lo primero que
debemos refutar es eso de los ojillos malignos que revelarían una personalidad
retorcida y complicada. En absoluto. Hipólito Arcadievitch es un estudioso del
género humano, un poco misántropo, y por eso tiene una mirada a la vez aguda y
algo desconfiada. No quiere que nadie perturbe su descanso estival con una
conversación llena de pretensiones, o con un croar insustancial. Parlanchina,
la dueña, dice cosas banales… Ya saben. Sólo admite la compañía de quien quiera
observar con él los reflejos de la luz sobre el agua, o de quien sepa llevarle
a algún rincón dónde contemplar el mar con más calma y mayor silencio todavía,
y tal vez impresionar una placa. Es posible que a Hipólito le duela un poco la
cabeza. Resulta que está también en Yalta, alojado en el mismo balneario, su
primo León, León Dimitrievitch, y con él ha venido Serapio García, un amigo
español de viaje por Rusia, que viene a tomar las aguas para curar unas
dolencias melancólicas. Ayer se acostaron tarde, la cena fue opípara, varias
botellas de un excelente borgoña y una de un buen brandy manchego, obsequio de
la familia de Serapio, productores de Tomelloso que le hacen seguir el licor
allí a dónde va. Pura cuestión medicinal. Esto quizá pueda explicar el ojillo
entornado. Eso y un poco, sólo un poco, de prevención y mal humor, que son
importantes para disfrutar plena y alegremente todas las maravillas que la vida
ofrece. [Aunque prevalece el silencio se
ha oído claramente la palabra carca y ha volado un primer objeto no
identificado, aunque se apuesta por la pieza de fruta mordida. Pero como no ha
dado en el blanco la charleta prosigue. Se oye un oiga por favor, compórtese].
Hemos evocado la
prestancia física de Hipólito y aludido algo a los rasgos principales de su
carácter, deshaciendo el malentendido que pudieran provocar los ojillos
hundidos, la actitud lánguida, la forma de sujetar la máquina fotográfica, un
tanto inerte, como si la foto estuviera ya hecha y le pesara un poco ser ahora
el retratado.
Todo se explica por una gran vida interior, y un poco de
cansancio por la machaconería progresista que ya existía en su época, y al ajetreo
de la cena de confraternización internacional de la víspera. Además, es obvio
que Hipólito Arcadievitch echa de menos el mar. Pensamos que ha podido navegar
no hace mucho y que tal vez siga en activo. De hecho es posible que la
fotografía esté tomada sobre la cubierta de un barco, sobre la que Hipólito
parece estar firme y sólidamente anclado. La impresión nos la transmite sin
duda su corpulencia física. Tiene pie grande y calza magníficos zapatos
abotinados.
Cuero, cordones, una horma airosa y precisa que sugiere se hayan
hecho a la medida de la esbeltez del pinrel de Hipólito, seguramente de modelo
romano. [Se proyecta un detalle de la
fotografía. Rechifla en la zona sentada llena de chancletas y zapatillas
gastadas de un color desagradable que denota su larga vida; aplausos desde la
zona de bastones con ¡viva Arcadio conio!]
De la pierna es
difícil decir nada. ¿Delgada canilla o poderosa herramienta de buen caminante?
Se ocultan las piernas debajo de un par de pantalones de rayas irreprochables,
de un corte sencillo que cae magníficamente sobre el empeine. Blazer oscuro,
seguramente azul marino, chaleco claro, abotonado, corbata de algodón y esa
gorra de patrón de yate, de marino, de almirante…Nada está fuera de lugar. [Silbidos ante la exhibición de dandismo
apolíneo, nuevos aplausos, un verdadero duelo. El conferenciante levanta la voz, gesticula, llega a gritar.] ¿Sería posible que no
hubiera navegado nunca en realidad? ¿Esa gorra tan importante podría ser el
símbolo de un anhelo frustrado? ¿O se trata por el contrario del recuerdo más
visible y querido de infinitas singladuras? Lo cierto es que la mano es recia,
dedos gruesos y nudosos como raíces, manos de hombre que ha trabajado con ellas.
[La expresión “manos de hombre” dispara
las consabidas protestas e insultos: machista, supremacista, misógino y el
inevitable joputa]
- Lo he
oído, si, lo he oído, y me alegra saber que tan fina expresión tiene quien la
use en esta sala, pues como es sabido desde que fuimos al colegio, ¡el que lo
dice lo es! ¡Así que compruebo que el joputismo en masa asiste a esta charleta!
[gritos lanzamiento de objetos, aplausos,
se cruzan los ¡facha cabrón! y los ¡muera la chusma! Con nuevos aspavientos y
poniéndose pie con la botella de brandy en la mano Bergamota consigue imponer
nuevamente cierto silencio, quizá por temor a que la botella se use como
quebradiza porra]. Continuará.
¡Desde luego que la charla es muy movida!
ResponderEliminar¿ Azulados zapatos los de este Señor de la foto por casualidad?.
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