[Una nota sobre tabaco extraída del dietario del gran polígrafo custodiado por el señor Liposthey.]
Todos los
fumadores de pipa, inconscientemente, aprietan las nalgas al fumar porque tienen
el secreto temor de que venga alguien y con la pipa les haga cierta cosa
nefanda.
Cuando el
pelagatos enciende un habano y a la tercera calada se da cuenta de que no quema
parejo, se enfada. Mira el cigarro, sopla sobre el pie del tabaco tratando de
extender la combustión hacia la parte que no se ha encendido. Se disgusta, se
impacienta. Enseguida asegura que el cigarro está mal fabricado, que no ha sido
bien torcido. Habla de castigos ejemplares. Es posible, a veces, que exista un
pequeño nudo que afecte a la combustión porque impide que el tiro abarque todo
el cigarro. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la culpa la tiene por
supuesto la impaciencia del pelagatos que no se toma las cosas con calma ni
presta atención al momento importante que es encender. Varias soluciones son
posibles: el vecino del pelagatos puede sacarse del bolsillo de la chaqueta unas
gigantescas tijeras, de esas de sastrería, y con un golpe rápido y seco,
procurando no llevarse las narices del energúmeno, cortar el cigarro del
pelagatos por la mitad, si es posible más cerca aún de la cabeza del puro, es
decir de los morros del quejica. Esto se debe hacer con rapidez y una sonrisa
fría, soltando la frase siguiente: Ya verá usted como ahora todo va mejor. Y no
se queje más por favor.
Una
alternativa también violenta seria levantarse, quitarle al pelagatos el cigarro
de la boca y tirarlo al suelo para a continuación pisarlo con rabia infantil.
¡Ya verá como ahora no tiene problemas de tiro!
Más señorial
sería acercarse con educación y ofrecer al atroz sujeto que abandone el puro
que no consigue fumar correctamente y que elija uno de nuestra gran petaca de
cuero de Rusia generosamente tendida. Sin que por supuesto este gesto pueda dar
pie a tuteo de ninguna clase. Le pediremos a Herminio que lo encienda para el
señor. No, no proteste, Herminio lo hace como se hacía antes, algo que veo
usted desconoce. Herminio encienda el cigarro. Herminio acerca la llama al
tabaco, lo mece suavemente y cuando se produce el humo con rapidez corta la
perilla y se lo tiende al pelagatos asombrado, para que este tire del cigarro
hasta asegurar el encendido definitivo.
Pero de todas las soluciones, sin duda la mejor
es enseñar al pelagatos a encender el cigarro correctamente.
Mmmmmmm...pura plutocracia presumiendo de fumar cigarros caros.
ResponderEliminarcuanta violencia.
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