En una reciente reunión cepogordista hablábamos Alcides Bergamota "El Grande" y yo acerca de los posibles derroteros de nuestro querido y desatendido (por mi parte) Cepo Gordo, órgano oficial de esa corriente mínima pero intensa que es el cepogordismo. Hablo de corriente, cuando quizá sería mejor hablar de modo de estar en el mundo, pero ese es un hueso para otro caldo.
En esa amable charla en torno a una mesa servida con sencillo licor, jarra de agua y humeante tabaco, nos preguntábamos acerca de la conveniencia de recuperar los temas originales que dieron vida a Cepo y abandonar las temáticas políticas o más bien de crear una segunda cabecera dedicada a alojar nuestras modestas contribuciones al debate ciudadano en torno a los temas de la ciudad y el mundo.
En el cepogordismo nada se hace con precipitación, así que a la espera de una decisión final, que sin duda requerirá de más reuniones evaluativas con sus correspondientes libaciones, fumeques, silencios y lectura de poemas y chismes varios (eso son reuniones y no las ejecutivas) me veo en la necesidad de hacer uso de nuestro querido Cepo para comunicar "a quien pudiera interesar" unas rápidas reflexiones sobre el triste y grave momento que nos toca vivir a los hijos de España y primos de Europa, hermanados en eso que otrora fue la civilización cristiana de occidente y que hoy es el guirigay de la turba confundida, el corre-ve-y-dile de conejos sin cabeza, la plasmación física de las ensoñaciones bosquianas.
España afronta su enésima hora final. Hasta aquí nos ha llevado la peculiar forma de ser y concebir el mundo de un gallego que nos hubiera hecho a todos un gran favor quedándose de mirón de la partida en el casino de Pontevedra.
Rajoy no es el único responsable del estado de cosas pero si es uno de los mayores responsables. No existe justificación posible para esa forma de hacer que mezcla con singular finura la abulia con la saña, la cobardía con la determinación a la hora de elegir mal a todo el que le rodea. Si el liderazgo se mide por la capacidad de elegir a los compañeros de viaje y alentarles en el mejor desarrollo de sus virtudes operativas y morales, está claro que Rajoy no es un líder sino un señor capaz de poner una carga de dinamita, hacer la siesta mientras el edificio se derrumba a su alrededor y luego acusar al arquitecto de mala praxis profesional
De todos los que podrían enumerarse y que por conocidos ahorro al lector, el mayor error de Rajoy es haberse permitido el lujo de llevar a España hasta el abismo de verse (una vez mas) controlada por los enemigos declarados, convictos y confesos de ser antiespañoles.
No sé si Rajoy tiene "todo el estado en la cabeza" o si olvidó los temas de registros, pero por su dilatada experiencia en el banco público, desde la responsabilidad municipal hasta la mas alta magistratura del Estado, parece evidente que debe conocer los resortes legales fundamentales que entretejen nuestro ordenamiento y a estas alturas debería haber aprendido las sucias artimañas que implica el estar en política. Su comportamiento niega ambas cosas. Ha manejado con tremenda torpeza las posibilidades que le otorga su poder ejecutivo y ha dilapidado con la fruición propia de un adicto los apoyos políticos que le permitieron comenzar a gobernar con una mayoría absoluta incontestable.
Decir que Rajoy ha traicionado las expectativas de sus electores es quedarse muy corto. Sencilla y llanamente este buen señor ha combatido con científica precisión todas y cada una de las cuestiones que resultaban esenciales para sus votantes.
El problema no es la traición de Rajoy sino las consecuencias de la misma. Si España fuera una de esas democracias miríficas a las que tanto gustan referirse los publicanos de la urna, la cosa no tendría más gravedad que ir a elecciones y mandar a este señor de vuelta al casino o al registro o a la butaca dónde tenga a bien sentarse a ver el ciclismo. El problema está en que la situación política de España no es la de una democracia (ni simple, ni buena ni menos aún mirífica) sino la de una dictadura de partidos que gracias a una legislación electoral prevista para una circunstancia puntual pero que nadie ha querido modificar, permite que cuatro desarrapados con malas intenciones puedan organizar un follón de mil pares que, sin exageración, puede dar por traste con "eso" que hasta ahora hemos dado en llamar España. Y Rajoy sabe esto tan bien como usted y como yo. Vaya si lo sabe.
Para colmo de males y en íntima conexión con la crisis social y política de España, resulta que el mundo anda un pelín revuelto. Así que tenemos a toda la patulea de los padres de la patria discutiendo por su trozo del pastel en las cortes, a los enemigos de España tratando de liquidarla (con bastante eficacia y ayudas varias) y mientras Europa y Occidente enfrentando la crisis más grave de su historia, comparable si no más grave que la vivida en la primera mitad del siglo XX.
Rajoy es reo de meternos de hoz y coz en un debate inicuo. Rajoy es reo de debilitar la trama política y social de España dejándola inerme para afrontar los retos que nos acechan. Rajoy es reo de sustraer tiempo, energía y renta a millones de españoles creadores y trabajadores que deberían estar empleando sus años en hacer de España un lugar mejor dónde vivir y una referencia y un oasis para las gentes de buena voluntad que quisieran compartir ese destino en el mundo.
Todo paralizado. Todo enredado y enfangado. Todo pendiente de batallas judiciales costosísimas, interminables debates estériles, terribles peleas a cuchilladas entre facciones y banderías de oportunistas y sacamantecas y el pueblo español de público de este drama cruento en el que se juega no ya el futuro de hijos y nietos sino la propia seguridad personal y la libertad de los padres y abuelos.
Mientras, la humanidad se enfrenta a los cambios antropológicos, a los retos sociales, a las cuestiones medioambientales, que requieren ideas, valores, energía, trabajo, algo que no puede darse ni generarse si el día a día la sociedad se va desangrando poco a poco en una siniestra autodestrucción que supone un monumento a la estupidez mas supina a la que hemos llegado tras un acelerado viaje de unas pocas décadas.
Así que lo grave de hoy no es si Rajoy aguanta o cede, si Sanchez gana los laureles o se hunde en el arroyo, si Ribera es césar o nada, si Iglesisas se compra el segundo chalé (este en Marbella) o si se hace un chaqué a medida, ni tampoco si los separatistas trincan más o menos, lo grave de hoy es que España se desangra poco a poco cuando tendría que estar armándose intelectual, moral y físicamente para dar la batalla por su lugar en el mundo, un mundo que avanza convulso, caótico, pero que avanza, lamentablemente, sin nosotros.
¡Simpático!: " sin duda requerirá de más reuniones evaluativas con sus correspondientes libaciones, fumeques, silencios y lectura de poemas y chismes varios (eso son reuniones y no las ejecutivas)".
ResponderEliminarMenuda frivolidad
EliminarPor favor, por favor. Cuánto A cpocalipsis por todos lados.
ResponderEliminarQuería decir apocalipsis zombie o similar.
EliminarGracias por sus comentarios. Creemos que ya es suficiente no aportando absolutamente nada, del primero al ultimo.
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