Alcides repuesto, habían reanudado los paseos.
E incluso habían fumado juntos. Aquella tarde de invierno se sucedía el callejear por el casco antiguo de la ciudad, guiados distraídamente por don Dimas que tan bien la conocía: la Merced, las Agustinas, Santo Domingo, la Antigua, Platerías, San Clemente… Oyeron Misa en Santa Eulalia. Resonaba en la cabeza de Alcides la brutal y esperpéntica clerofobia del pintor, tan extraordinariamente vertida en sus escritos. ¡Cómo estaba escrito aquello, pero que desgarramiento, que encono! Hasta el punto de que Alcides no sabía si sería apropiado abordar el asunto con don Dimas, pese a la entrañable amistad, o tal vez por eso mismo. Pero pudo más la necesidad de desahogo, de compartir aquello, al menos para intentar una aproximación. Recordando sus lecturas de teoría militar –pocas pero sabrosas- se decidió, con ánimo de mitigar cualquier dificultad y de asegurar su posición para un posible repliegue, por una maniobra de flanqueo, vía la pintura. Fue don Dimas quien al primer trasteo desbarató él prudente movimiento.
- Alcides hombre, si te interesa la pintura del Guti, como le llamo yo, deberías leer sus libros. Gutiérrez Solana es tan buen escritor como pintor, si no mejor…
- Pero Dimas ¿tú has leído a Solana?
- ¿Pero hombre Alcides, por quien me tomas? ¡A estas alturas!
- Hombre, entiéndeme, es que a veces es tan…. Y tú que eres sacerdote…
- A ver si vas a empezar con los remilgos y las tonterías con los sacerdotes, que te doy un capón. Lo dirás por la manía anticlerical supongo…
- Si claro, no sabía si… A mí me parece un gran escritor y claro me parece tan duro, tan injusto y sesgado.
- Tan ofensivo y tan brutal, puede decirse y, a veces, tan gracioso. A veces. Pero no le entres por ahí. Solana es por una parte un hombre de su tiempo, y por otra no es un reportero. Qué manía tiene la gente de confundir historia y literatura, y no lo digo por ti. No hay que leerlo de esa forma. Yo no creo que él tuviera ninguna pretensión de objetividad, son sus obsesiones y su escritura es puramente plástica, mezclada con un gran conocimiento de la vida y guiada por su obsesión de realismo, de no obviar nada, de considerar que hasta en lo peor hay humanidad. Además, tampoco neguemos que pudiera haber realmente mucho de lo que describe. La Iglesia tampoco escapa al tiempo en el que vive y aquella España, sin reducirla a lo que Solana quiere ver, era otra. Era otro el mundo. Si lees al normando Maupassant, ¡cuántas historias negras entre sus cuentos! Lo que es extraordinario en Solana es como escribe, como está dicho y narrado, su franqueza, y su voluntad de buscar realidad, carácter, personalidad, de remontarse hasta las entrañas de las cosas, de la vida, de no cerrar los ojos ante nada, pese a lo que ese proceso pueda suponer, pese a la negrura que aflora, porque él la ve y no la niega, porque estar, está ahí, aún hoy, ahora. Yo creo que no es descabellado decir que la inmensa humanidad de Solana viene a revelar, a su manera, un hombre religioso. No es un nihilista. No puede serlo el hombre que ayuda, que se abraza al viejo mendigo encontrado en plena calle, que llora, y al que ayuda. Ya sabes a qué escena me refiero.
- Ya. Dimas la verdad es que me dejas pasmado.
- Bueno, es un tema para empezar y no acabar. Y sí, es un libro terrible también, y una experiencia, y tal vez no para cualquier lector, al menos no de buenas a primeras.
- Está claro. Vamos ya hacia casa que empieza a helar.
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