Hace tiempo que decidí dejar de comentar los desafueros de la que he dado en llamar la Banda del Empastre; ese alegre grupo de irresponsables comandado por Mariano Rajoy que han tenido la "gracia" de obtener mediante engaños (como por otra parte es habitual en esta falsa democracia) el gobierno de la Nación.
Rompo esa disciplina autoimpuesta al escuchar casi de refilón la voz monocorde y engolada de Mariano en una de sus intervenciones del Debate que dicen, cursis ellos, del "Estado de la Nación".
Mariano no quiere bajarse del momio autonómico. Mariano hace loas y bate palmas ante los logros alcanzados. Mariano es un redomado caradura que no molestaría a nadie mínimamente avisado si no fuera por tres razones de peso; la primera que nos toma por idiotas y eso molesta, la segunda porque nos vacía los bolsillos y la tercera porque con sus gracietas y sus chistes, sus muletillas del "Mire usté..." y esa pose semihierática de canónigo sorprendido a medio eructo se está cargando lo poco que dejaron vivo los anteriores gobiernos de este periodo de la restauración borbónica de Juan Carlos I rey de España por gracia del "odiado Caudillo", que menuda ocurrencia tuvo el pobre.
Mariano Rajoy se aferra a la poltrona y se pone serio. Apela a su condición de electo con apoyo mayoritario para agotar la legislatura con promesas de que al final de la comida viene le bueno. No quiero ni pensar el postre que nos tendrá preparado semejante cocinero.
El problema de España no es único y anda la vieja Europa con achaques por doquier. Desde el fin de la II Guerra Mundial y una vez establecido el bipolarismo Comunismo/Anitcomunismo como eje central de la cuestión internacional, la Europa que dio su cultura a medio mundo ha ido entrando en una agonía lenta y de momento imparable.
Si Europa ya no es referente de nada bueno, en España la cosa adopta tintes trágicos ya que comenzamos a ser referentes de todo lo malo. Los lectores cepogordistas dirán que es ésta una vieja cantinela y que tienen los anaqueles llenos de soflamas y panfletos de toda época y color desde los tiempos de Iliberis hasta el 98 y después, anunciando de la crisis de España y lamentándose de gobiernos y gobernantes.
Lo que a mi juicio supone una grave novedad es que en todo tiempo anterior hubo crisis y desastres, se perdieron años y vidas, se quebraron sueños y se torcieron voluntades, nuestros campos se tiñeron de sangre y nuestras esperanzas se tornaron vanas pero siempre se alzaron voces y hombres que iniciaron la senda de la recuperación y lucharon contra el poder propio o extraño para recuperar la esperanza del hombre al que Dios, nuestro creador, hizo libre, mientras que hoy, no parece que existan esos hombres ni se vislumbra una sombra siquiera de reacción.
Como explica el Profesor Dalmacio Negro Pavón en su excelente obra La Situación de las Sociedades Europeas, se corre el riesgo que de la crisis política alumbrada por los nefastos gobernantes sólo se pueda salir tras un periodo de dictadura. No es algo que los oídos del ciudadano medio quiera escuchar pero es una de las posibles consecuencias de un sistema basado en la mentira y mantenido por mentirosos.
Cuando el gobierno de una nación es incapaz de proveer a la sociedad de las condiciones básicas para las que existe, es decir paz, seguridad y justicia; cuando no hay Derecho sino Mentira, cuando hay exacción pero no Justicia, cuando la casta política se convierte en tiranía, o se rompe el yugo y se corrigen las causas o la Nación va directa a su disolución por la simple imposibilidad de la convivencia.
La responsabilidad de Mariano Rajoy es enorme. Mucho me temo que carece de las ideas y la voluntad para cambiar las cosas, si estoy en lo cierto debería irse y dejar que esta fruta podrida caiga al suelo para que de su humus surja una planta nueva.
España precisa, una vez más en su Historia, de una regeneración mucho más profunda de la que preconizan las pocas voces que hablan de esa necesidad (UPyD). España necesita de un gobierno que venga de la sociedad civil, de los no contaminados ni comprados, de los no corrompidos por el sistema, de los hombres y mujeres que no tienen hipotecas políticas ni intereses partidistas y sobre esa base humana, por pequeña que ésta sea, edificar un futuro dónde primen los valores del Derecho Natural, donde haya un justo reparto de las cargas y los derechos, dónde la seguridad y la justicia sean las mayores preocupaciones, una Nación en fin, dónde puedan vivir los hombres y dónde no prosperen los gusanos.
Sanglier.
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