A Manuel Domínguez “Desperdicios” le dejó tuerto un toro de Concha y Sierra que le sacó un ojo de una cornada en una corrida en el Puerto de Santamaría. Quien no ha visto toros en El Puerto no sabe lo que es un día de toros dijo uno. Pasó entonces de Desperdicios a ser conocido como Jaca Tuerta, comprensible matiz en el mote que se adaptada a la evolución de las características físicas del apodado. Clara muestra del sentido de la observación de entonces y de toda nuestra crudeza. Porque digámoslo sinceramente, yo entiendo perfectamente el mote y hasta lo reivindico un poco, el mote acerado y la sociedad que lo pica, a la vista de la mojigatería hoy reinante. El péndulo ha oscilado en exceso y cansan las sensiblerías, la hipocresía, la ansiedad contemporánea. Es cierto que ante una desgracia semejante (las ha habido) nos costaría hoy reaccionar así y es esta, una más de las paradojas asociadas a la supervivencia de los toros en una sociedad que ha pasado de saltar al ruedo para perseguir a un novillo manso a palos, como en la Barcelona de 1912, a no querer ver nada más que pasitos de ballet por el ruedo, con el toro haciendo el “pas de deux”. Pero que cuando se produce la desgracia la reproduce a todo color en todos los medios. Cosa que la sociedad de los motes implacables no hizo con la muerte de Manuel Granero, evitándose cuidadosamente la publicación de las fotos de la cogida, que existían. Es historia conocida.
Si uno era "el gordo" y se queda cojo, pasa a ser "el cojo", lógicamente, primando en la caracterización cojera sobre gordura. Cabría también pasar a ser el gordo cojo o el cojo gordo. Nada de eso, ahora es uno malpisante en terapia de endocrino.
Hace unos días, en los toros, al girarme hacia mi infantil vecino de la derecha, sospechosamente inmóvil, comprobé con sorpresa que tenía el semblante demudado porque estaba pasando miedo por lo que veía en el ruedo. Y es que en el ruedo había ganado bravo de verdad, y encastado y con pies. No era la primera vez, ni mucho menos, que el niño iba a los toros, pero era probablemente una de las primeras veces (podemos contar otras dos) en que asistía al espectáculo con el protagonista, el toro, entero y espectacular.
Tato
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