- Es un poco
un tópico decir que los días de lluvia y frío, en los que apetece quedarse al
arrimo de la chimenea, invitan a la lectura.
- Lo cierto es
que sólo leerá, si le dejan, el que haría lo mismo un día de sol.
-El que es un
bato, lo es con lluvia o con sol, dará la matraca, molerá en todas las
estaciones, bajo todos los climas, majando sin piedad al prójimo.
En estas consideraciones andaban Doroteo y Tato,
mientras se acercaban a casa de la Condesa de la Croqueta que les había
convidado a cenar. Oiga, eso de convidar es un poco antiguo… Ya estamos. No
moleste. Andaban bajo la lluvia sin apresurarse, cobijados bajo un paraguas.
Iba Tato envuelto en una zamarra de piel de oveja, con los botones de cuero y
el cuello levantado. Doroteo en su abrigo forrado de color gris llevaba además
una bufanda al cuello, de las de dos vueltas. No se crea que consistía su
conversación en criticar al personal. Los días de lluvia se trataba de elegir
la mejor compañía para la lectura.
- Yo creo que
para un día como hoy, si la condesa no nos regatea el oporto, el doctor Johnson
es una opción excelente.
- Desde luego.
Con esta lluvia, con este verdor, con esta humedad, no descartemos tampoco a
Cunqueiro con sus historias gallegas o de la materia de Bretaña.
- El Unamuno
de Paz en la guerra…
- El García Pavón de Una
semana de lluvia…
En el pueblo a oscuras ya se veían las luces de casa de la condesa, y llegada el olor tenue pero persistente, por encima de la humedad, de la chimenea encendida con leña de encina.
Qué buenas referencias para estos días de lluvia. Y qué melancolía tantos libros perdidos y abandonados en las estanterías de IKEA.
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