Las escenas de la paliza propinada por los criminales de extrema izquierda a los miembros de la Unidad de Intervención Policial son escalofriantes y encierran un mensaje intolerable.
La primera y primordial función del gobierno (ya se este municipal, autonómico o nacional) es garantizar la seguridad ciudadana.
La sociedad otorga al gobierno el ejercicio de la fuerza para garantizar su seguridad.
La educación, la sanidad, la cultura, las vías públicas, todo eso va muy por detrás de libertad y seguridad ciudadanas.
Si no se puede caminar libremente por las calles sin temor a la acción de los criminales la acción de gobierno ha fracasado por completo.
La Policía es y debe ser la representación de la autoridad nacional y por tanto son sujetos que deben gozar de una particular protección y de un prestigio y respeto máximos.
Lo sucedido el sábado pasado en Madrid es, simplemente, intolerable.
No hay excusas ni explicaciones. Hoy leo en la prensa que existen sospechas de que las órdenes de aguantar y no repeler dadas a los miembros de la UIP se debía a la presencia de observadores internacionales. Espero que no sea cierto, de serlo, justificaría la dimisión de toda la escala de mando del Ministro del Interior para abajo.
El denominado centro derecha encarnado por el PP ha dado numerosas muestras de su tibieza en el uso de la fuerza, es uno de sus típicos y mas peligrosos errores.
Con la seguridad pública no puede jugarse. La actuación policial debe ser rigurosa y contundente.
La calaña revolucionaria, sea del signo que sea, debe saber que si tratan de tomar la calle e imponer el desorden se encontrarán con la fuerza del orden que se impondrá con todo su vigor, sin ensañamientos ni irregularidades pero con toda contundencia y con el grado de fuerza que sea preciso.
A todos los que se les llena la boca hablando de las democracias de nuestro entorno y mirándose en el espejo del Reino Unido, Francia o Estados Unidos, les recuerdo que en esas naciones que ellos consideran "espejo" el ejercicio de la fuerza en defensa del orden público es algo con lo que no se juega ni se negocia.
Si quieren imitar a otros, que empiecen por imitar lo que es digno de copiarse y no los balbuceos ñoños, las melindres del bostezo y la poltrona, los temores al apelativo. ¡Cuanto mal se hace y se consiente para que a uno no lo bauticen de facha en las televisiones de la progresía!
Sanglier.
Sanglier, es usted asquerosamente moderado, casi me hace vomitar. Hay que machacar a todos esos hijos de puta y hacerlo ya antes de que nos obliguen a limpiar las escopetas.
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