(Entre paréntesis: yo estoy contra el moro; mis
abuelos de todas las ramas van hartos de probar que no tenían ni gota de sangre
de moro, para poder servir a la Católica Monarquía con la espada y el navío, en
el Santo Oficio y en la Orden, con el rojo lagarto en el pecho. Eso que anda de
moda de los lazos de sangre y de espíritu con el moro, a mí no me toca en nada.
Más de la mitad de la contextura hispánica, social e intelectual, residió
durante siglos en no tener nada que ver con el moro, en darle, aún muerto, gran
lanzada, y en cogiéndole vivo, Fe católica, tocino y vino tinto. Aún lo dicen
por tierras que fueron frontera, y en las Américas de nuestros galaicos linajes
militares: “Te he de dar Fe católica y tocino”. Así, pues, revuélquese entre
las patas del caballo jacobeo el moro enturbantado.)
Alvaro Cunqueiro,
Por el camino de las
peregrinaciones.
Alba Editorial, 2004, primera edición.
Citado del artículo
Peregrinos a la mesa (1957).
- Y con perdón, claro.
- ¡Desde luego para mí un bálsamo, oiga!
- ¡Que me dice!
- ¡Lo que oye!
- Y al que no le guste, se le aplica la susodicha
receta. Pues eso.
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