Hace mucho que
Cepogordo no comenta la actualidad política. La razón es muy sencilla. Puesto
que no somos periodistas profesionales ni disponemos de fuentes de información
distintas a las del común de los mortales, hay poco, muy poco, que podamos
añadir a lo que escriben y comentan los miles de profesionales que hablan y
escriben en prensa de papel, digital, radio y televisión. Entendemos que la
exhibición de nuestros sentimientos y reacciones respecto de la actualidad
–indignación, contento, sorpresa, indiferencia- poco aporta y poco importa al
lector.
El comentario
que sigue no es una excepción a lo anterior. Más que comentar la actualidad nos
preguntamos si una parte de lo que hoy ocurre no está ya en los libros de texto
o al menos de historia, por haber ocurrido antes, hace muchos años.
La Historia,
con mayúsculas, se entiende de distintas formas. Es un círculo, un eterno
retorno, lo que ha sucedido volverá a suceder. ¡No! Es una línea, de progreso
constante para unos, de simple continuidad para otros. Y para otros es una
espera. Dijo Marx que la historia se repite, primero como tragedia, luego como farsa.
Y Santayana que quien olvida su historia se condena a repetirla, refiriéndose a
los pueblos, claro.
¿Dónde se sitúan
las recientes elecciones andaluzas? Apenas doce diputados de un parlamento
regional y parece como si llegara el fin del mundo. Escándalo e insultos,
lluvia de palabras y expresiones como extrema derecha, ultraderecha o derecha
extrema. ¿Será que para la España oficial, la que maneja y se zampa la tarta,
la llegada de este partido que no se muerde la lengua y que tiene objetivos
claros –algo tan distinto a la nebulosa que es Ciudadanos- anuncia cambios que podrían
afectar a sus prebendas?
De ahí el
movimiento de pánico que se ha producido en la clase política y en sus medios
de comunicación, que lo son casi todos. ¿En qué estado de debilidad mental
creen los medios oficiales –prensa, radio, televisión, partidos- que se
encuentran los españoles? ¿Creen que tapando la realidad con las palabras de
siempre -fascismo, populismo, ultras- seguirán dictando sin más su moralina de
corrección política, su doctrina para una nueva sociedad, tutelando al
ciudadano de a pie al que desprecian? Parece que han ido demasiado lejos y que
ya nadie se calla.
Pero nos
referíamos al principio a la Historia. Y es que hay cosas que se repiten.
Cuando llegó la segunda república, ardieron edificios religiosos ante la
pasividad de la autoridad (la biblioteca de los jesuitas que ardió en Madrid, era
al parecer la segunda en importancia de España, después de la nacional). El
mensaje que se dio fue más o menos el siguiente: esos edificios no forman parte
de la república. Cuando la derecha –radicales de Lerroux y CEDA- ganó las
elecciones en 1933, los demás partidos reaccionaron escandalizados, negándose a
admitir lo sucedido y presionando para que no entrara la CEDA en el gobierno.
Acabaron por alzarse en armas contra el gobierno legítimo. Un golpe, el de
1934, organizado por el PSOE, verdadero preludio de la guerra civil. Las izquierdas
concibieron la segunda república como un régimen a su servicio, que
deslegitimaron en cuando perdieron las elecciones. Las urnas como plebiscito de
adhesión a la izquierda, nada más. Nada de aceptar las reglas. Se hizo
responsable al partido Falange Española de la violencia que se instaló en las
calles españolas de entonces, refiriéndose siempre a aquello de la dialéctica
de los puños y las pistolas. Pero se oculta que Falange, en primer lugar y
antes que nada, antes de pasar a defenderse, fue víctima de los pistoleros de
izquierda que atentaban contra sus miembros y simpatizantes. Hasta el punto de
que se contaba un chiste macabro sobre sus siglas, FE, diciendo que
significaban Funeraria Española.
Muy poco
tienen que ver las circunstancias de entonces con las de ahora. Prácticamente
nada. No hay Falange Española, no hay un partido de extrema derecha tampoco. Ni
el país es el mismo, si sus circunstancias sociales, ni su economía. Tienen
poco que ver, salvo en un punto: la reacción y el comportamiento de la
izquierda oficial española no sólo ante el resultado de las elecciones, sino en
el juego político.
Vox, pues de
Vox se trata obviamente, no ha protagonizado un solo acto violento. No ha
boicoteado actos políticos, ni atacado rivales, no tiene matones que repartan
palos por las calles, prendan fuego a contenedores o rompan escaparates y
destrocen el llamado mobiliario urbano. No pinta las sedes de otros partidos,
no utilizad el lenguaje ni las expresiones de los terroristas, no llama a
realizar escraches. Cumple estrictamente
con la legalidad y actúa dentro del marco de la vigente constitución, sin
ocultar que quiere reformarla. Todos sus actos los preside la bandera española,
sin que se enarbolen banderas históricas. Pero desde hace mucho tiempo, y con
anterioridad a las elecciones andaluzas desde luego, sufre no sólo insultos
sino que se han producido incitaciones a la violencia contra el partido y
contra sus simpatizantes y los primeros acosos y ataques.
Valgan como
botones de muestra los siguientes: el acoso sufrido por su campamento de verano
en Tarragona, en julio del 2018 (“pim,
pam, pum, que no quedi ni un”, en catalán), las palabras de Pablo Iglesias
en la noche electoral animando a tomar las calles, animando a la lucha
antifascista (¿?), las algaradas en Cádiz y en Granada, las protestas contra Vox
en Sevilla ante el parlamento andaluz, el mal perder de la candidata socialista
a la Junta (“(…) impedir que el gobierno
de #Andalucía dependa de un partido extremista, machista, homófobo y racista.
Hablaré con todas las fuerzas constitucionalistas.”), o el reportaje de la
sexta en Marinaleda tratando de identificar a los 44 votantes de Vox, es decir,
señalando a los disidentes con el dedo en un pueblo de dos mil setecientos
habitantes. Son simples botones de muestra. Hay mucho más. Además, esta
izquierda que tan mal digiere los resultados electorales enarbola cada vez que
puede la bandera que fue oficial durante la segunda república. Según su atroz
jerga, una bandera preconstitucional. Una izquierda que ha
hecho de arremeter contra las instituciones y en particular contra el Rey, su
programa.
¿Se repetirá la historia? Desde luego nuestro
deseo es que no se produzca la repetición y que, en el libro de texto que se
está escribiendo, la narración sea completamente distinta a la evocada, sin
incendios, persecuciones, ni violencias. Habrá que contribuir todos a ello.
No andabas descaminado ¡carca!! Pintadas amenazantes en la finca de Morante por apoyar a Vox. Le llaman nazi y le quierenbpegarun tiro, a la cuneta, etc.
ResponderEliminar¡CaspoSos carcas!!
ResponderEliminar