El
candidato.
Cepogordo
y el Cepogordismo son conscientes de su inoperancia política, se dan cuenta de
su pobre condición, de su irrelevancia pública. Mindundi sociales, ajenos a
cualquier círculo de poder o influencia. El Cepogordista no se ha dado un golpe
con un adoquín, ni parte nueces con la frente. Tan sólo se ve aquejado,
repentinamente, de una lucidez devastadora. Las cosas se harán, le guste o no,
todo sucederá mientras el mire atónito, paralizado, incapaz. El Cepogordismo no
influye, no marca tendencia, no es giutuber ni influencher, no es trendin, ni
líder, ni está alineado, ni publica nada de género landscape, ni se llama
Corina, 300.000 ejemplares. Corina es una rubia cachas y los cepogordistas se
asustan de tanto poder. El cepogordista en lugar de ser eficaz y eficiente charla
con su amigo chino que le suelta su rollito todas las mañanas, justo cuando el
cepogordista quiere arrancar la jornada con brío. ¿Has leído El guardián
invisible de Dolores Cuadrado? Es una trilogía, siete mil páginas, para el cercanías está muy bien. Dula la lectula
todo el anio.
EL CANDIDATO (the candidate)
TU VOTO PARA
don Marino Percebe y García Ameba
Por todo
lo dicho no es extraño que el Cepogordismo se decida a secundar la candidatura
del honrado Marino Percebe y García Ameba, hombre de bien, de poco pelo, de
traje clásico, que aún usa corbata. Hijo de familias próceres, don Marino no se
ha hundido todavía en la mesocracia. Muchos se ríen de don Marino, dice que
está anclado en el pasado y que su primer apellido mueve a risa. En cambio, el
segundo, como tiene dos partes (es compuesto, dicen), les gusta más y se
arriman. Pero don Marino que es pétreo, sólido como el granito, aguanta. Es
verdad que los medios son escasos, pero don Marino Percebe se ha decidido. Se
lanza al ruedo e inicia su campaña electoral. Hoy hemos acompañado a don Marino
en su primer discurso que ha dado en un desmonte entre carreteras, por obra de
la primavera convertido en campo de amapolas. Y nos ha deslumbrado don Marino,
a los tres que estábamos, con su verbo florido, que volaba llevado por el aire
cálido de mayo, por todo aquél desierto verde, sobre cascotes y hierbecillas efímeras, en los confines de Madrid. Eran
las nueve de la mañana, hemos aplaudido. Desde el vota Gundisalvo no se había visto nada igual. Los antidisturbios
apostados cerca de la M-40, entre las amapolas y la cebada silvestre, nos
miraban de reojo, prestos a intervenir con la mayor contundencia ante el primer
desmán del candidato.
Largo pero menos y con ilustración. En fin.
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