miércoles, 8 de marzo de 2017

Crónicas de Nava. Fundación Tato.


Calvino de Liposthey rara vez encontraba resistencia a su labor de cronista local. Se dedicaba a recabar los pequeños hechos de la localidad, a retratar a sus habitantes y a profundizar en la vida de los más egregios, en particular en la personalidad sin par y obra singular del gran Alcides Bergamota, eximio polígrafo. Contaba para ello con los papeles del escritor y con el archivo de Doroteo, de una riqueza inexplorada, dónde podían encontrarse las más variadas noticias sobre Nava de Goliardos, la villa y sus habitantes. Pero como en toda labor surge siempre un pero, la hormiga amanuense que era Liposthey, armado de plumín y libreta, mitones y bufanda, encontraba resistencia tenaz, evasivas y silencios, al arrimar su curiosidad a la Fundación Tato para Varones Desahuciados. Era consciente de no poder acceder a la documentación clínica de los pacientes, ni al listado de los que en algún momento habían ingresado para tratarse de ofensas, humillaciones, persecuciones y vejaciones de todo orden. Pero sabía de la existencia de una suerte de diario, una especie de cuaderno de bitácora, dónde, de manera constante y puntillosa Tato consignaba el día a día de la Fundación, lo que incluía no pocas referencias, al parecer, a los distintos casos que por allí pasaban. Eso aseguraban al menos las fuentes que discretamente informaban a Liposthey, sin por ello traicionar la confianza de Tato ni su deber de lealtad con la Fundación. En realidad se habían limitado a comentar que, efectivamente, todas las tardes entre semana, a la hora en que se hacía el cambio de turno y llegaba el personal de guardia, Tato se recogía en su despacho provisto de un pequeño paquete de caramelos de violeta. Eran esos caramelos, al parecer, el indicio de que se disponía a escribir, pues avanzaba por el pasillo hacia el despacho chupando un puñado con fruición y despidiendo sólo con un gesto breve a los que se iban, al no poder articular palabra. El hecho de llevar bajo el brazo cierto particular cuaderno, grueso, de buena encuadernación, con nervuras doradas, con aire de haber sido encargado a medida, era también indicio de que se acercaba el momento de escribir. Eso apuntaba al menos el informador más sagaz.

Tato se instalaba en su gran mesa y se reconcentraba sobre el cuaderno, rascando página tras página. Para poder atender a los imprevistos que pudieran surgir, la puerta quedaba entreabierta y Tato a disposición del personal, aunque por la hora reinaba por lo general un gran silencio únicamente turbado por Paqui la asistenta que barría, recogía papeleras, fregaba los suelos y, a la menor oportunidad, daba todo el palique posible al personal de guardia.

La puerta entreabierta era también una medida de seguridad impuesta por el patronato de la Fundación, después de realizar una sesuda y muy cara consulta a un conocido despacho de abogados para determinar las normas de régimen interno más convenientes. G. Provecto, Migraña & Sinclair Abogados, S.L.P. había recomendado expresamente, y pese a la descripción que se les había facilitado de Paqui, que se evitara que el personal de dirección o los patronos, quedaran encerrados en un despacho con cualquier subordinado, empleado o colaborador de la Fundación. La jurisprudencia más reciente consideraba esa situación, el encierro sin testigos, como la ocasión que pintan calva, como el momento propicio para dar rienda suelta a los mayores abusos, las más sórdidas tentaciones, la más desenfrenada y vil lujuria

- ¿Pero incluso con Paqui, con lo decrépita que está?
- Por supuesto, que tendrá que ver la decrepitud con el abuso y el ánimo lujurioso.
- ¿Pero oiga por quien me toma?
- No se irrite, que el consejo es genérico, nada personal. Usted verá.

Se aseguraba que, al abstraerse sobre el cuaderno con la boca llena de caramelos de violeta, Tato se reconcentraba de tal manera al anotar los casos que pasaban por la Fundación que se le escapaba, al describir los más fuertes, un hilo de baba morada. Un hilo cárdeno a veces, una pequeña mancha violácea otras. Todo lo absorbía sin dificultad el grueso papel del gran cuaderno secreto, de sin par calidad, la baba de violeta y las narraciones de Tato.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

SI QUIERE ECHAR SU CUARTO A ESPADAS, YA SABE AQUÍ. CONVIENE QUE MIENTRAS ESCRIBA ESTÉ USTED FUMANDO, CIGARRO O INCLUSO PIPA.