La lectura siempre es una fuente de sugestiones. Dígalo de forma más
clara hombre, ¡que no se entiende! Pues que la lectura sugiere al lector, cosas.
Salvo que el lector sea un taco de madera. Hasta aquí estamos de acuerdo. La
lectura de las noticias, es decir la información, suele provocar en las personas
despiertas reacciones, que van desde la más sencilla, la de los sentimientos, a
la más compleja, el análisis de lo conocido para tratar de explicarlo. De esta
segunda forma de reaccionar son un buen ejemplo las recientes crónicas de
Sanglier, colaborador de Cepo que tiene atribuido, casi en exclusiva, lo que
podríamos llamar el análisis de la actualidad. Otras lecturas, pueden sugerir
reacciones de más calado, menos cercanas a la distancia corta, a lo cotidiano,
aunque cómo es obvio en el ejemplo citado, cuando el comentario sobre la
actualidad tiene enjundia e interés, como es el caso, suele incorporar el poso,
la vivencia, de esas otras lecturas que
son las que conforman, junto con su propio vivir, el marco desde el cual el cronista
se asoma al mundo.
Por mediación de la red cepogordista, llegó a nuestras manos en forma
de obsequio hace poco un libro que terminamos ayer por la noche, fumando un
Romeo y Julieta y sudando a mares en la sauna que es este mes de julio en
Madrid. Se trata del libro titulado Verdun 1916, del que son autores, al
alimón, el francés Antoine Prost y el alemán Gerd Krumeich. Lo publica la
editorial Tallandier.
Como su propio nombre indica, el libro estudia el año de
lucha en torno a la ciudad francesa de Verdun, de febrero a diciembre de 1916,
aproximadamente. No es un libro de historia militar estrictamente, aunque
incluye como es lógico la narración de la batalla, sino un libro de historia
además de militar, también de la vida cotidiana y cultural, ocupándose por
tanto del llamado mito de “Verdun”, tratando de explicar desde el origen de la
batalla (¿porqué atacar allí y no en una parte del frente con otras
características geográficas?) a la vivencia de la batalla en el frente, en la retaguardia, en
la prensa, en la correspondencia de los soldados, en la literatura, en la
postguerra y a lo largo del siglo XX hasta nuestros días. Incluyendo la
construcción del memorial que hoy puede visitarse. Verdun convertido en símbolo, pese a no ser la más mortífera batalla de una
guerra que fue terrible.
Durante años se pensó que el infierno de Verdun simbolizaba la
resistencia y el triunfo del hombre frete a la máquina, la guerra de
combatientes frente a la guerra de material, infantería frente a artillería. Se
trató en efecto del primer despliegue masivo –hasta extremos nunca vistos pero
pronto superados por la batalle del Somme- de artillería concentrada para batir
noche y día un frente estrecho en el que se desarrolla una lucha cuerpo a
cuerpo de infantería. Con la perspectiva de los años y sobre todo de la Segunda
Guerra Mundial, el símbolo parece, de repente, de signo inverso. Los autores lo
resumen citando las palabras de Ernst Jünger, pronunciadas al ser invitado a
una conmemoración de la batalla:
“Retrospectivamente, los acontecimientos revisten un aspecto nuevo y a
menudo abrumador. […] Cuando en aquella época nos atrincherábamos en los
agujeros de obús, creíamos todavía que el hombre era más fuerte que la materia.
Esto se ha revelado como un error.”
Es un libro que merece la pena y contiene muchos otros aspectos que
merecería la pena glosar. Muchos. ¿Pero por qué lo traemos hoy a Cepo? Sin duda
porque es una de esas lecturas sugerentes, de las de largo alcance, de las que
contribuyen a formar ese poso, más o menos rico, con que cada uno intentará
describir, conocer y entender el mundo que le rodea. De hoy, el libro nos lleva
a febrero de 1916, y tras un año de lucha y más de 300.000 muertos y 400.000 heridos
en combate (en un frente de unos ¡15 km de ancho y 10 de profundidad!), nos
sigue llevando de la mano a través del tiempo, hasta nuestros días.
Cuenta la
evolución de cómo se perciben la batalla y sus consecuencias desde distintos
puntos de vista (soldados, estados mayores, familias, retaguardia, prensa,
etc.), como se vive la Guerra en el frente -capítulo terrible-, y como después de terminada digiere todo aquello Europa. Y hasta como
se enseña en sus colegios (una parte esta interesantísima). Y acabamos el
recorrido ayer, día del asesinato del sacerdote francés en Normandía.
Es un tópico ya referirse a la primera guerra mundial como el
detonante de la decadencia europea, no tanto material, pues en ese aspecto la
recuperación y la prosperidad son pese a todo evidentes, sino de esos otros
aspectos aún más importantes que podemos llamar cultura, creencias,
civilización cuyo declive se ha ido mascando soterradamente sin percibirse
plenamente, y está saliendo ahora a la luz de la forma más cruda. Lo
ejemplifica plenamente la tibia, muy tibia reacción de las autoridades y medios oficiales del continente, incluidos la Iglesia Católica y nuestro Papa capito, ante las sucesivas matanzas
de civiles en nuestro continente –más de 250 ya sólo en Francia- . La Europa oficial que callaba ante la persecución y el
asesinato de cristianos en África y Oriente, de una dimensiones que convierten
a Diocleciano en un aficionado torpe, esa Europa oficial, sigue realmente sin
saber que decir, y balbucea declaraciones, musita vagas explicaciones y sigue
intentando entender, encontrar explicaciones, preocupada por la islamofobia. Todo
esto lo ha resumido a la perfección el obispo Sarah que tan oportunamente cita
Sanglier.
Sin duda la terrible primera guerra mundial (Francia pierde sólo en combate
1.400.000 soldados muertos, Alemania unos dos millones) rematada por la segunda
y sus horrores (sólo las pérdidas militares en Europa –soldados muertos- estarían
cerca de los 18.000.000) explican el estado anímico del continente,
desorientado mental y físicamente, envejecido, sin convicciones, descristianizado
y falto ya de un acervo reconocido como común a todos que pueda servir de
referencia. En estas horas difíciles el continente se encuentra reunido en torno a una especie de nada que simbolizan esos minutos
de silencio sin consecuencias y que al ritmo que vamos –Dios quiera que no-
pronto sumarán horas. Pero si el estado anímico, la obsesión por la paz, la
negación del mundo asociado, injustamente o no, a esas dos guerras, podían
entenderse incluso justificarse y explicarse en un contexto puramente europeo,
y tenían aspectos tan positivos como la reconciliación del continente simbolizada
por Helmut Kohl y François Mitterrand cogidos de la mano ante el monumento de
Verdun, si esa paz parecía por fin una meta alcanzada ante la que todo lo demás
carecía de importancia y el europeo podía entregarse a su mundo personal, a
holgar o a trabajar, a ser intrascendente, frívolo, a vivir para compensar todo
aquello, con el paso del tiempo ese estado del mundo ya no tiene vigencia.
Simplemente porque Europa tras el proceso descolonizador y el transcurrir del
siglo XX no domina ya el mundo y no impone por tanto su Pax. Tampoco puede ya
vivir cerrada sobre sí misma, aislada, puesto que miles de circunstancias lo
hacen imposible. La primera de ellas el inmenso desplazamiento de poblaciones
ocurrido desde el final de la segunda guerra mundial hasta nuestros días y que
sigue en marcha, fomentado y alabado por tantos acríticamente, como si en sí
mismo se tratara de un bien.
De repente hay que reaccionar, hay que salir del
pasmo. La paz europea tan costosamente lograda, simbolizada por Kohl y Mitterrand
ante Verdun ya no basta. Es condición necesaria pero no suficiente para la
supervivencia del continente que, salvo que quiera dejarse exterminar, salga de una vez de su letargo y vuelva a combatir. ¿Cómo admitir esto? Está
siendo durísimo el despertar del sueño colectivo de la paz alcanzada, el
comprobar que nuestra Pax habrá durado menos de cien años. Nuestra esperanza
está puesta en que efectivamente el despertar se esté produciendo y sea pronto
complete y en la dirección adecuada.
A. B.
Uf!! Superlargo!! Paso paso.
ResponderEliminarHola Bonita, ¿te acordaste ayer de desmaquillarte antes de meterte en tu camita?... que pereza...¿verdad?...todo da pereza menos el chiringuito, la disco y el instagram... sería bueno que pasaras también de escribir tonterías en cepo
EliminarQue pelota, que coba os dais!!!
ResponderEliminarPerdone que le corrija pero no nos dedicamos a darnos coba, jabón ni sobornos el lomo. Los redactores de cepo somos gente educada y amante de la urbanidad, por ello, valoramos y animamos a nuestros colegas. Este no es un medio donde la gente se odia, pisa, insulta y apuñalar por la espalda. Entiendo que hoy día eso resulta extraño pero las excepciones al "mainstream" son así. Le deseamos un buen día, apreciado lector. CEPO GORDO
EliminarEl Señor Sanglier es una persona que aún patalea, aún se rebela, no se resigna, no acepta, no se acomoda y se niega a mirar para otro lado y a que el mundo siga girando sin más tras cada acto de barbarie.
ResponderEliminarParece usted conocer al sr. Sanglier íntimamente. Podemos preguntar entonces: ¿Es Sanglier el p... amo?
ResponderEliminary de pasada una pullita al Papa, ¡que no te metas con el Papa!
ResponderEliminar¡que no te metas con el Papa! ¿¿CAPITO??
ResponderEliminarNo interesa nada. Pero es que nada de nada.
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