Bergamotiana o Bergamóticas. O silva de enfermizos ademanes.
El lector de suplementos de periódico es necesariamente un necio.
Un infecto, un pústula, decía Tato iniciando con esa frase violenta una trifulca deliciosa.
A. Bergamota consideraba esencial la pronta adquisición de dos camisas azules del tejido llamado Oxford. Y así lo dejó escrito en su diario, con toda solemnidad y la mejor letra. Con caligrafía mejorada gracias al conocido método de sacar la punta de la lengua por la comisura izquierda mientras se trazan las letras con cara de esfuerzo, de bárbaro esfuerzo, pero sin llegar a la que se le pone a Bujarro Chumberas cuando hace de cuerpo subido a la tapia. Esto es repugnante oiga, horrible, pero que se ha creído. Se enfada la gente cuando uno es preciso y meticuloso en las descripciones y se enfada también cuando uno calla como la Salamandra en el fuego. ¿Pero qué dice?
Cuándo A. Bergamota presa del desánimo iniciaba un tratamiento de choque musical solía tomarse una mixtura compuesta de los ingredientes siguientes:
A long way to Tipperary, en versión de la legión extranjera francesa, seguido de Banderita y de un encadenamiento de pasodobles, culminado por Nerva y Er Mundo. De esta manera el ánimo decaído de Bergamota remontaba un tanto -¡oh joputico tedio- y volvía a fumar habanos en lugar de tratar de esnifar las frías cenizas de los ya consumidos.
El mingueo como género literario. Es decir, escritos varios alrededor de la minga y sus potencias y miserias que todo lo intervienen y mediatizan. Por ejemplo:
- Cuidado si va a que le corten el pelo en ese barbería. Al dueño cuando se enfada se le cruza el cable y minguea al primero que se le pone delante. Luego encima se lo cobra.
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