viernes, 29 de noviembre de 2013

LECTURA

“Alberto fue contentísimo al internado, como siempre. Cuando venía de vacaciones a casa contaba que el día que comían tortilla de pronto sonaba la campanilla y a continuación entraba el director en el comedor diciendo: Advierto que la tortilla no se corta con el cuchillo. Después volvía a sonar la campanilla y el director desaparecía.”
Natalia Ginzburg, Léxico familiar.

En España el director hubiera añadido que tampoco el huevo frito. Si no han leído este libro maravilloso no se lo pierdan. Es una demonstración más de que la gran literatura, la más grande, puede ser hermosa y alegre y puede ver en la vida muchas cosas, muchas cosas hermosas y alegres que forman también parte de ella. Así el escritor siniestro viene a ser alguien que se entrega a la facilidad.

Otro ejemplo es el gran escocés Stevenson. Que Stevenson es un gran escritor, un gran narrador es obvio. Lo confirma el cuento leído ayer, el Tesoro de Franchard, en el que se ve como el maestro es capaz de describir la felicidad. Algo reservado a los más grandes. Stevenson en una carta a Henry James del 17 de junio de 1893: “No me gusta pensar en la vida sin el vino tinto en la mesa y sin el tabaco con su encantadora brasa encendida”. De los textos de Stevenson sobresalen varias cosas en común a todos ellos: la agilidad en el contar, la belleza en la forma siempre y en el argumento o en alguno de sus personajes, la ausencia de pretensiones y de artificio y la economía. Nos libera, nos perdona esas cientos a veces miles de páginas inútiles que no cuentan nada, con la que tantas veces se rellena el vacío. Lo mismo sucede con el cine y las famosas series tan de moda, horas y horas de metraje inútil. Entre nosotros, así de pronto pensemos en Cervantes, dónde la frescura, la belleza, la humanidad en su grandeza están tan presentes. Y si queremos, tal vez paradójicamente, el extraordinario Gutierrez Solana, capaz de lo mismo que extrae de lo más bajo, de lo más terrible de nuestra condición, con una visión impregnada hasta el tuétano de una amor al prójimo de raíz indudablemente católica y española, que no está reñida con su feroz anticlericalismo, paradoja en la paradoja. Pues eso.

2 comentarios:

  1. ¡Toda razón en este artículo referente a la escritura y escritores!. Los pretensiosos carentes y vacíos...¿ no sobraran escritores? suponiendo que muchos sean escritores, claro.

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  2. ¡Perdonen...pretenciosos no pretensiosos!...¡estas teclas...!.

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