“Los tres amigos volvieron a emprender el camino de Villa-Clara. En el cielo blanco, una estrella lucía sobre Santamaría de Craquéde. El Padre Sueiro, con su quitasol bajo el brazo, recogiese a la Torre, lentamente, en el silencio y en la dulzura de la tarde, rezando las Avemarías y pidiendo la paz de Dios para Gonzalo, para todos los hombres, para los campos y casales adormecidos y para la tierra hermosa de Portugal, tan llena de gracia adorable, que bendita sea siempre entre todas las tierras.”
José María Eça de Queiroz, La Ilustre Casa de Ramires.
Edición de la Librería Nacional y Extranjera de Francisco Beltrán,
Calle del Príncipe, 16, Madrid, 1911
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