I. Vicencio Juan de Lastanosa
Evocación de dos mecenas españoles encontrados al hilo de lecturas dispersas. Información espigada de aquí y allá, primero de la lectura de textos que poco tenían que ver con ellos, luego una ojeada a la red (con bastante cuidado pues aparecen incoherencias y contradicciones) y de nuevo en algún libro de los de casa. De todo lo consultado (que tampoco es mucho, pues esto es más una evocación que el trabajo exhaustivo que uno hubiera deseado) destacamos el estupendo artículo de Isabel Ortega Fernández, Técnico de Museos del Museo Nacional del Romanticismo, publicado en la web de dicho museo en octubre 2010 cuyo título es San Pablo de Valladolid, comentario a una acuarela de Jenaro Pérez Villaamil, así como la Vida de Gracián que sirve de introducción a la edición de El Criticón, publicaba por la Fundación José Antonio de Castro y que firma Emilio Blanco.
Al leer esa breve “Vida” de Gracián descubrimos a Vicencio Juan de Lastanosa (1607-1681). Según explica Emilio Blanco, la ciudad de Huesca fue la patria literaria de Gracián, y oscense era Vincencio Juan de Lastanosa, que tuvo un papel importante en la vida del primero, del que fue amigo y protector. Unos años más joven que Gracián, Lastanosa fue el prototipo del mecenas barroco. De familia noble, gentilhombre[1] de la Casa del rey Carlos II, soldado competente, participó en las campañas contra Francia anteriores a la paz de los Pirineos en tiempos de Felipe IV, distinguiéndose en las acciones de Salsas en 1640 y Monzón en 1641, al mando de las tropas levantadas en Huesca. Escribió y es autor de las obras Museo de medallas desconocidas españolas (1645) y Tratado de la moneda jaquesa (1681). Pero sobre todo destaca como “protector de escritores y artistas” y porque “mantuvo contacto personal o epistolar con españoles y extranjeros y convirtió su casa en un cenáculo literario”. Varios textos de Gracián están dedicados a Lastanosa y existe correspondencia entre ambos. En una carta a Lastanosa citada por Emilio Blanco, Gracián se queja de la Corte: “Todo es embeleco, mentiras, gente soberbia y vacua”. Parece que la tertulia en casa de Lastanosa, que Gracián frecuentaba en sus épocas de Huesca, fue decisiva para su carrera como escritor. Formaban parte de las reuniones, además del propio Lastanosa, su hermano Orencio, un canónigo Salinas y el historiador Ustarroz, también protegido de Lastanosa. Nos dice Emilio Blanco que “junto a ellos, y especialmente junto a Lastanosa, Gracián comienza a sentirse escritor”. Al parecer la casa de Lastanosa contribuía también a todo aquél ambiente. Se trataba de un palacio en la ciudad de Huesca, “famoso por sus exquisitos jardines, por una bien dotada armería, por la colección de medallas y por la biblioteca (cerca de siete mil volúmenes)…”. La ilustración que puede verse representa la casa de Lastanosa tal y como la vio el acuarelista a finales del siglo XIX.
Lastanosa ocupa una pequeña entrada en la enciclopedia, de apenas unas líneas, como escritor y erudito español. Pocas líneas, que no hacen justicia a una labor social inapreciable. Tal vez su figura como escritor no tenga una importancia excesiva, pero lo que más nos interesa destacar y nos parece fundamental es su papel como eslabón central del entramado social de su ciudad. Lastanosa fue sin duda una de esas personas que hacen posible que florezca y se desarrolle el talento de otros, a los que animan e impulsan a trabajar para crear. Lo hacen con el estímulo directo del patrocinio consistente en la ayuda y medios materiales, pero sobre todo con el regalo de un círculo social estimulante, en el que poder desenvolverse recibiendo no sólo ánimos sino los estímulos para la labor creativa que puede producir el contacto con la actividad creativa y la obra de otros. No es sorprendente que Lastanosa tuviera en su casa de Huesca un jardín extraordinario. Cabe pensar que se necesiten cualidades parecidas para la creación y embellecimiento del jardín y para la creación y mantenimiento del cenáculo literario. No queremos decir con esto que Gracián fuera la zanahoria del huerto de Lastanosa. No hay que llevar las comparaciones a extremos.
A la muerte de Lastanosa, las vicisitudes sucesorias y los avatares familiares resultaron en la dispersión de su patrimonio, la venta de las colecciones (gabinete de curiosidades, colección de monedas, instrumentos ópticos –telescopios y microscopios-, armas, etc.), la desmembración de su biblioteca desperdigada por España y por otros países europeos. Parece que sus fondos originales se conocen hoy por la descripción de un catálogo cuyo original se conserva en Suecia. Finalmente, a finales del s. XIX el palacio mismo fue derribado. Los jardines, o un parte al menos, sobreviven en forma de parque público de la ciudad de Huesca.
El recuerdo de Lastanosa se conserva únicamente en dos capillas familiares, una en la Catedral, bajo la que hay dos criptas subterráneas en las que están enterrados Vincencio Juan de Lastanosa, su mujer Catalina, su hermano Juan Orencio y otros miembros de su familia, y una segunda capilla, construida por sus descendientes en la iglesia de SantoDomingo[2].
Según el diccionario de la Real Academia gentilhombre significa: “Hombre que servía en las casas de los grandes o en otras para acompañar al señor o a la señora”.
Gentilhombre de la casa era el que “acompañaba al rey después de los gentileshombres de boca”, siendo el de boca el “criado de la casa del rey, en la clase de los caballeros, que seguía en grado al mayordomo de semana, y cuyo destino propio era servir a la mesa del rey. Posteriormente solo acompañaba al rey cuando salía a la capilla en público o a otra fiesta de iglesia, y cuando iba a alguna función a caballo.”[2] Hay más información en http://www.lastanosa.com/ que está dedicada al personaje y su obra. De esta página hemos tomado prestadas las ilustraciones, que dejaremos de utilizar de inmediato si por hacerlos causamos alguna molestia.
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