¡Que escena tan amable la del regreso al hogar, la butaca cómoda frente a la chimenea y la pipa o el cigarro minúsculo antes de cenar!
El antiguo hombre europeo hacía esas cosas casi cada día y no sufría trastornos nerviosos ni indigestiones, y eso que guerras y desastres hemos vivido unos cuantos en los últimos tres siglos por datar una fecha cercana..
Sentarse hoy a leer el periódico o a escuchar la radio y arrepentirse es todo uno.
Comenzamos por evitar la televisión y eludimos todo contacto con realidades paralelas tales como la BBC, CNN, Fox..
Exorcizamos los diarios hablados y los noticiarios televisados de la melé hispana por razones obvias que no precisan de explicación sin insultar la inteligencia del lector avisado.
Nos refugiarnos en pocas y escogidas fuentes, pese a ello no podemos evitar el sonrojo, el enojo, el espanto y el llanto.
En estos tiempos de convulsión la estupidez se manifiesta con toda su virulencia.
Los más soberanos cretinos sientan cátedra y cacarean sus memeces con total impunidad.
En estos casos al hombre prudente no le queda otra que acomodarse en el sillón, tomar una buena novela y encender el maltrecho cigarro.
Queridos míos, convenceros, buena literatura es la única medicina que protege contra el cretinismo crónico.
Se recomienda el siguiente ejercicio de relajación (no va a ser todo yoga y zen, que en Europa también tenemos nuestras formas de relajación, que leñe..):
Cierre los ojos, medite un minuto acerca del hecho imponible o el interés compuesto, justo cuando vaya a quedarse roque comience a cantar a media voz una tonadilla popular cualquiera, siendo muy útil por su belleza y brevedad la que copio a continuación:
Estaba la pájara pinta
a la sombra de un verde limón.
con las alas cortaba las hojas,
con el pico cortaba la flor,
¡Ay! ¡ay!, cuándo veré a mi amor,
¡Ay! ¡ay!, cuando lo veré yo.
Sanglier.
Ha estado Vd. cumbre, Sangli, ¡¡cumbre!!
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