Historia
de una tertulia de Antonio Díaz-Cañabate, es un estupendo libro, pero lo será
sólo para quien no le haga mohines a la fiesta de los toros, al tabaco y por
supuesto a la tertulia. La tertulia no es sólo charlar, es hacerlo juntos, todos
a una. Así lo explica el autor recordando que una noche se trasladaron del café
habitual a casa de Edgar Neville que les había invitado a cenar: “En el salón
de Neville, decorado con dos admirables Solanas, la tertulia acampó. Nada de
los grupitos que suelen formarse en estos casos, generalmente, a un lado las
señoras y a otro los caballeros. No: se hizo la tertulia. Gran corro.”
Y
añade el autor, algo que al cepogordista, a la tropa de Nava de Goliardos, a
los redactores de la Voz de Nava, al patronato de la Fundación Tato para
Varones Desahuciados, les ha llegado al alma. Es lo siguiente:
“Se
hizo la tertulia y se encendieron los puros, que son como las luminarias que
alumbran la fiesta inefable, sin las cuales parece que no se puede hablar. Una
tertulia sin puros es una reunión de hombres tristes, que suspiran de vez en
cuando”. (pág. 204 de la edición de la editorial Renacimiento del 2019).
Nos bla bla
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