Asistimos estos días al lamentable espectáculo que nos ofrecen los inmaduros revolucionarios del independentismo catalán y los melindrosos gestores de la cosa pública. No nos extraña la pantomima, lo que nos duele es tener que asistir a un espectáculo innecesario y grotesco que debía haberse evitado hace muchos años.
Que la concesión de las competencias educativas a las CC.AA. fue un error mayúsculo es algo que hoy día nadie en su sano juicio y con buena intención puede discutir.
Que las transferencias inmoderadas de facultades y atribuciones hechas hace décadas han sido la base sobre la que se ha edificado el desbarajuste institucional autonómico es algo que tampoco puede discutirse.
Cuando la constitución del 78 se estaba gestando se alzaron muchas voces advirtiendo de los peligros de determinadas decisiones. El hoy desaparecido tratado de Luis Sanchez Agesta ya apuntaba a errores de bulto en la redacción constitucional.
En materia de estrategia revolucionaria los indepes le están dando un baño a Mariano y la Banda del Empastre. Tener que escuchar a un gobernante que "le están llevando a donde no quiere" es triste ya que pone en evidencia la minúscula altura como gestor del destino patrio.
Los indepes juegan la carta mixta de la victimización, la revuelta falsamente pacífica y la amenaza (nada velada ni sutil) a una posible acción violenta en la calle.
El principal motivo por el que las sociedades se dan un gobierno es para garantizar la paz social, entendida esta como el pacífico disfrute de la vía pública, la seguridad y la inviolabilidad del domicilio. En el momento en el que el gobernante no antepone la seguridad ciudadana a cualquier otra consideración está conculcando la base de su legitimidad.
Del siniestro papel que están jugando el resto de partidos con representación parlamentaria no hay mucho que decir, cada uno se define por sus actos y sus palabras. Pocas veces en la Historia de España hemos tenido unos representantes de menor altura y capacidad.
Los medios de comunicación afines (casi todos) y contrarios (los menos) nos bombardean con interminables tertulias, artículos y reportajes que oscilan desde la banalidad más absoluta a la inmoralidad más rampante.
El enorme "cuento" que se ha construido alrededor de este siniestro negocio de la independencia ha acabado por ahogar a casi todos; unos por comulgar con ruedas de molino y otros por participar irresponsablemente en un golpe de estado de nefastas consecuencias, se consume o no.
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