De las memorias del editor y poeta barcelonés Carlos Barral. Si tenemos fuerzas lo comentaremos en otra ocasión.
“De vez en cuando eran los monárquicos los acosados por los provocadores. Pero evidentemente sólo había monárquicos por causa de vanidades sociales. El monarquismo, como el polo, es un sport de las buenas familias que no suele implicar ninguna idea. En aquellos años llevar en la solapa una J y un tres en romanos entrelazados en forma de lira era mucho más un signo de elegancia que una afirmación política. Esa lira y una pluma de perdiz en la cinta del sombrero –que barbaridad, había olvidado que gran número de estudiantes llevaban sombrero, qué tiempos- indicaban más que el fervor de don Juan, el pretendiente, que se veraneaba en Puigcerdà y que se poseían fincas. Lo que defendían a puñetazos los llamados monárquicos contra los zafios falangistas era generalmente una partícula postiza de los apellidos o un marquesado pontificio. No, apenas había nadie con ideas.”
Carlos Barral
Años de penitencia
Tusquets Editores
Primera edición 1990.
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