Lo que no puede ser es que no se respete al prójimo. Esto le escribe Alcides a Tato, relatando el lamentable suceso. La intolerancia reina por doquier, incluso en la propia familia.
Terminaba Doroteo de cenar. De postre, pian pianito, medio Roblochon y algo de manchego bien curado, para compensar, con una botellita de Rioja, enterita, bien llena la etiqueta de premios y medallas. Reconozcamos que Doroteo no es amigo del pueblo. Mientras se zampaba el Roblochon pensaba por lo bajini: el que no sepa lo que es el Roblochon, que se joda, oye, incluso por estas fechas. Digamos también, que Doroteo es caritativo y bondadoso, aunque no pelota. Para hacer la digestión, un cigarrito de palmo y medio, y tirando a grueso, cepo gordo, que narices. A medio cigarro abrimos la puerta de casa para sacar las carnes a dar una vuelta, un paseo por ahí (una casa solariega, el que no la tenga que rabie y patee oiga, que es el deporte nacional y se queje amargamente de este país). A los diez pasos, paradita y sonoro regüeldo. En ese momento se oyó aquello, la terrible frase:
- ¡Gordo cabrón!
No hay respeto. Pero Doroteo no se da por aludido, se palpa un poquillo el panzamen. Rebuscando un poco, apartando aquí y allá, da con el hebilla del cinturón. Comprueba que sigue cinchado en el mismo punto que el año pasado. No soy yo se dice. Reanuda el paseíllo contento. Bien es verdad que el cinturón es elástico, pero así son las cosas. Una caladita al cigarro en la esquina, y al doblarla un succionar más intenso, dándole vueltas, para que espabile un poco. Se elevan las volutas al cielo. Con Luisito, el niño del frutero la parada se hace un poco más larga: hay que hacer figuras con el humo y regalarle la anilla rojigualda a Luisito, contándole una batallita. Cielos, al enfilar la calle, de camino al portón de la casa solariega (ya saben, el que no tenga que se j…), por cierto de magnifico jardín, Doroteo ve venir de frente a la mula de su cuñada sufragista. Doro la llama Meli la sufragista, en realidad Meli es miembro de pleno derecho de la secta moderna y combate con la saña de un Robespierre a todo fumador que se le ponga a tiro. Milita en la secta de la salud mientras cultiva con frenesí un cuerpo de quitar el hipo, lleno de duras curvas. Pero Meli sólo se entrega a la causa. Pesas y facción, abdominales y panfletos. No hay consanguinidad entre Doroteo y Meli, es una política en todos los sentidos. Doroteo trota entonces hasta el portón. Antes de franquearlo tres caladas fuertes, irrespetuosas con el pobre cigarro que ninguna culpa tiene, y tres bocanadas de humo denso hacia Meli, en el momento en que esta abría la boca para poner en marcha el disco rayado. Cae abatida con un grito histérico, como un mosquito víctima de tres bombeos de DDT, mientras Doroteo, ágil, cruza de un brinco el portón (de la casa solariega) y cierra echando la tranca gritando: ¡Viva los huevos fritos con chistorra! Ya no se puede pasear tranquilo.
Este gordo es un insolidario que merece que lo machaquen.
ResponderEliminarClasismo e infamia. Además es un poco grosero.
ResponderEliminarPLUTÓCRATA. A VER SI TE APALEAN y la CASITA PARA EL PUEBLO. Salvaje.
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