HOY HACE SETENTA Y OCHO AÑOS: LA CRISIS DEL VITUPERIO (1)
Esta mañana el encargado del parnasillo cepogordero ha advertido en el Escriba signos de emoción y desasosiego no completamente justificados, a su entender, por el frío y las privaciones que en dicho lugar está padeciendo. A los solícitos requerimientos del mozo el Escriba contestó que tal día como hoy, 11 de abril de 1934, su tío abuelo Ramón Alvarez Valdés, en su intervención en el Parlamento defendiendo el proyecto de Ley de Amnistía que él mismo había redactado, cometió un pequeño “desliz” que por lo pronto le costó su carrera política y andando el tiempo le costaría la vida.
Don Ramón Alvarez Valdés, amigo íntimo y correligionario político de Don Melquíades Alvarez, miembro por lo tanto del pequeño Partido Reformista (asturiano) fue nombrado ministro de Justicia en el gobierno que Don Alejandro Lerroux formó en diciembre de 1933 tras la victoria de la derecha, y sobre todo de la CEDA del señor Gil Robles, en las elecciones del mes de noviembre anterior. Lerroux se había comprometido con Gil Robles a promulgar una ley de amnistía que favoreciese principalmente a los militares y civiles que habían secundo al general Sanjurjo en el fallido golpe del 10 de agosto de 1932, y a Don Ramón Alvarez Valdés, como ministro de Justicia le cayó encima el encargo de preparar y defender esa ley. Se proponía con ella el gobierno "contribuir a la pacificación de los espíritus” y saldar -si bien esto no se decía- la deuda contraída con los grupos de derechas, como premio a su generoso apoyo. La amnistía alcanzaba "a todos los sentenciados y procesados no rebeldes por hechos anteriores al 3 diciembre 1933", con lo cual se excluía del beneficio a los procesados por su intervención en la revuelta anarco-sindicalista de diciembre de dicho año.
Tal como lo cuenta Joaquín Arrarás, el ministro -contestando a Don Indalecio Prieto- exclamó: “Tracé la divisoria entre lo ocurrido el 10 agosto y el 10 diciembre; dos movimientos que rechazo, porque soy enemigo de toda violencia. Como para mí mereció todo vituperio el movimiento insurreccional del 15 diciembre 1930. Y la prueba de que no era necesario está en lo ocurrido en los comicios el 12 abril de 1931. Ese es el camino." En el acto estalló el escándalo. Un diputado gritó: "¡Qué fusilen en efigie a Galán y a García Hernández!" (Nota: Una lápida en el salón de sesiones de las Cortes ostentaba los nombres de estos dos oficiales fusilados por haberse alzado contra la monarquía el 15 diciembre 1930). Un viento huracanado paso por los escaños socialistas y republicanos de izquierda. Prieto, sagaz, vio que el ministro, republicano neófito, había descuidado su guardia y se apresuró a encajarle tremendos golpes directos. Gesticulante, enronquecido, gritaba: "ya no hay confusión, señores diputados republicanos: el ministro de Justicia condena el movimiento republicano por el cual nació la República... ¡En la revolución de diciembre tomó parte incluso quien está hoy en las cumbres del estado!... ¡Viva la revolución del 15 diciembre!... ¡Viva Galán y García Hernández!". … Los correligionarios del líder le coreaban…
Comprendió el ministro de Justicia la delicada situación creada al Gobierno por haber expresado tan sin rebozo su criterio sobre la violencia y decidió sacrificarse en aras de la supervivencia gubernamental. En el Consejo de Ministros del 13 abril presentó su dimisión. Lerroux se reservó el momento de hacerla pública.
Llegado a este punto, el Escriba comprendió que estaba abusando de la impaciencia de su joven interlocutor y puso fin a su relato, no sin amenazar con volver en otra ocasión sobre el tema, que patentemente le interesaba. Y como al Encargado no le desagradó la historia condujo al Escriba a su aposento y allí, al resguardo de miradas envidiosas, entregó al anciano la prometida onza de chocolate.
EL ESCRIBA.
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