Hay una clase de gorda muy en tipo, muy definida, con características muy concretas. Se trata de la gorda de cabeza pequeña, ojo pequeño, normalmente con el pelo recogido con una coleta. Imaginemos una aceituna gordal, en horizontal, y sobre la aceituna un guisante. Ahí tenemos a esta gorda característica. Normalmente pasea con una bolsa de algo en la mano -patatas, pipas, panchitos, cacahuetes, rara vez almendras- que se va zampando con mirada infiferente. Pero no nos dejemos engañar, bajo esa indiferencia disimula un carácter violento, una mala idea de primera categoría. Porque no se trata de una gorda que pueda resultar atractiva, con la que se pueda pasar un rato agradable, amiga del buen comer, o de la charla, con la que se pueda ir a los toros y luego a tomar algo. No. Esta gorda gordal suele estar de mal café, cabreada y puede ser muy agresiva. Es de las que suelta una coz, una patada, sin avisar y con funesta punteria. Al hacerlo, su rabia fría puede hacer que bizquee un poco y que esos ojos diminutos se junten un poco más aún. Una vez desfogada, seguirá su paseo, metiendo la manilla en la bolsa de panchitos, poniéndose las botas. Vimos venir a una de estas el otro día y nos cruzamos de acera, por si las moscas. Avisado queda.
miércoles, 27 de octubre de 2021
sábado, 2 de octubre de 2021
Tarde de toros. Feria de otoño 2021.
De nuevo allí. Hoy también, esta tarde, con la plaza llena. Y hemos visto torear a Juan Ortega. Nosotros que todavía elegimos los carteles por los toros -no sé cuánto tiempo podremos seguir con esa maña- le hacíamos ascos al cartel de esta tarde. Pero nos han podido las ganas de volver a la plaza, de volver a Las Ventas. Y una vez sentados, fuera prejuicios, fuera faenas preconcebidas, fuera pañuelos preparados. Mirar, mirar y mirar. Y no hemos visto más que a Juan Ortega, con la muleta, toreando al segundo de su lote, sexto de la tarde. De repente se paran las cosas, de repente se escenifica aquello de la línea horizontal, el toro, y la línea vertical, el torero. De repente se anda menos, se pierden apenas pasos, se rectifica apenas; de repente las series son cortas, medidas, pensadas, con remates airosos, vemos torear al natural, por las dos manos, y vemos toreo cambiado, vemos empezar la faena por bajo, continuarla con ayudados por alto, vemos torear, vemos al toro que se va quedando encelado, dominado. Y la verticalidad, la compostura, la naturalidad, la mesura, el inexplicable aire suave de pausados giros del poeta. Unos muletazos que nos encienden, que encierran una belleza que de repente se derrama ante nuestros ojos, después de tantas tardes desaparecida.
Se podrán discutir cosas por su puesto, no es esa la cuestión. ¿Por qué llevarlo hacia los chiqueros? ¿Por qué no acabar la faena en los terrenos dónde empezó? ¿Faltó un poco de hondura, de poder? Qué pena la estocada que desde dónde estábamos parecía contraria. Por supuesto. Pero hemos visto torear, hemos visto lo que da sentido a todo esto, a sentarse en la plaza a ver a esos hombres jugarse la vida. Oiga, no se ponga profundo que me voy. Descuide que ha sido sólo un momento.
De los otros dos matadores apenas hay algo que decir, sino que Emilio de Justo cortó dos orejas, de las de toreo automático y el Juli, lo mismo, un sola, pero del mismo estilo, de esas en que el torero parece un compás abierto dando vueltas como una peonza con el toro prendido de la punta exterior. Tampoco hay que cebarse, cada uno hace lo que puede, como nosotros, con tantas limitaciones. En fin. Que esta tarde estábamos allí de nuevo y que hemos visto Torear, con mayúscula, a Juan Ortega.
Para el Heraldo de Nava, Genaro García Mingo Emperador.
Por cierto, al recoger el coche se veía claramente que los señores que pagaban el aparcamiento delante de nosotros también venían de los toros. Les abordo con descaro. ¿Vienen ustedes de los toros? Se giran sorprendidos, si señor dicen mirándome de arribe abajo. Me apresuro a confirmar que yo también. Sonrisa. Voy al grano: ¿Qué les ha parecido Juan Ortega? Cuanto me alegra que sea esa su pregunta, porque esos muletazos, esos muletazos, lo otro, pues no, es otra cosa. Hay que venir veinte tardes para ver una cosa así. Nos despedimos coincidiendo completamente. Oiga, ¿y es imaginación mía o al señor ese, de buena pinta, por cierto, se le caía una lagrimilla mientras evocaba esos muletazos, esos muletazos…? Hombre, y yo que se, que cosas tiene, serán cuestiones del lagrimal descontrolado.
miércoles, 29 de septiembre de 2021
Varios. De los cuadernos del gran polígrafo A. Bergamota. Cortesía de Calvino de Liposthey, biógrafo.
lunes, 27 de septiembre de 2021
Variaciones
HDSP: Hierónimo Danza Sileno y Pérez.
RBT: Roberto Baring Tribulación.
WHB: Werner Homero Bernaldo.
No viajamos, ya sabe. Alcides, detrás de su fachada de amarilla barda, está en realidad estudiando a Elgar. Que ya se sabe de qué forma encaja, tristemente, con su inquietud por la primera guerra mundial. Así que nos pasamos el día envueltos en las variaciones Enigma, descifrando y descifrando, como oscuros agentes de un servicio secreto enclaustrados en la sala de cifras. El concierto para violoncello, que quiere usted que le diga. Lo compuso Elgar en 1918. Deja entrever algo de la nobleza y la pompa de la Inglaterra más altiva, pero todo queda envuelto ya en un aire de tristeza que parece superponerse al ritmo de marcha del segundo movimiento. Elgar escribió en 1917 que todo lo bueno, agradable, limpio y fresco y dulce, está lejos y, en 1919 dejó de componer. Así, hasta su muerte. Oiga, eso no es exactamente así, aunque quede muy bien, muy romántico. Lo que fue un duro golpe para él fue la muerte en 1920 de su mujer Alice, que había sido su gran valedora y apoyo. Y es cierto que supuso un parón en su actividad musical, pero la retomo más adelante. Los dos están enterrados juntos, en un cementerio católico. ¡Pero para que vea usted con que cosas estamos! Está insoportable, pero mañana le dejaremos con su murga y saldremos a dar una vuelta, un paseo revigorizante, un paseo saludable e higiénico.
domingo, 12 de septiembre de 2021
Excursión. De los cuadernos del gran polígrafo A.B.
sábado, 11 de septiembre de 2021
Historia de España. Sin cosillas como esta no se puede entender nuestro siglo XIX, dice Alcides Bergamota.
Benito
Pérez Galdós, La batalla de los Arapiles, Episodios nacionales, primera serie.
lunes, 6 de septiembre de 2021
¿Dónde exiliarse? Comentario a un artículo antiguo, por Genaro García Mingo Emperador.
En
lugar de la reforma que nunca se atrevió a llevar a cabo el PP, con dos
inmensas mayorías absolutas que para eso se le dieron, el 11-M nos trajo a
Zapatero y Zapatero trajo consigo la izquierda de 1934. Es así de triste, la
misma. Y no cabe la excusa de que la trajo para responder a una persecución
fascista o a la opresión de la derechona. No había tal. Fue como durante la II
República. Para la izquierda, la II República debía ser de izquierdas o no ser.
Ganó la derecha en el 33. Contra ese triunfo se organizó el golpe del 34 en
toda España, aunque fuera más virulento en Asturias. Y ahora, nuevamente estamos
en lo mismo, con los mismos actores: izquierda radicalizada, socialistas, comunistas
y separatismos totalitarios de todo pelo con el brazo político de ETA a la
cabeza, todos ellos a la caza de España y de nuestra convivencia. Es así de
triste.
Lo
de acudir al liberalismo -palabra polisémica donde las haya- yo lo entiendo por
su parte como un reflejo para buscar refugio ante el panorama que tenemos
encima, ¡bajo algún techo habrá que cobijarse! Sin embargo, liberalismo y
libertad no son exactamente lo mismo. El liberalismo no deja de ser una
ideología, con todo lo que ello implica de interpretación sesgada y limitada de
la realidad, con un concepto del hombre basado en la libertad negativa que hace
de nosotros mismos el centro y medida de todas las cosas. Mientras hubo una
sociedad tradicional, heredera del cristianismo, que logró mantenerse en pie,
el liberalismo pudo implantarse, sujeto y acotado por creencias que no habían
desaparecido del todo, y que daban lugar a sociedades que no habían perdido ni
estructuras, ni sentido común. Se da la paradoja de que el liberalismo ha
podido implantarse en Europa al amparo de un mundo tradicional al que ha ido
lentamente destruyendo.