Se reprochaba al gran polígrafo
la dispersión de su obra, diseminada en opúsculos, panfletos, acotaciones,
glosas y explicaciones dadas en la prensa, en periódicos locales, regionales o
extranjeros; en revistas especializadas, marginales, subterráneas, escondidas,
montaraces. Escritos nunca sistematizados ni recogidos en antologías más que
muy parciales y sesgadas, reunidas por sus enemigos para difamarle defendiendo
la tesis de su radicalidad y violencia, de su elitismo, misoginia, xenofobia y
agorafobia. Era efectivamente tildado de agorafóbico por su costumbre de
conferenciar siempre en recintos cerrados, viejos cafés o antiguos teatros reservados
para la ocasión. Siempre que haya terciopelo de un rojo oscuro me parecerá bien,
aseguraban que decía en una nueva demonstración de su esnobismo, de su elitista
y plutocrático espíritu. Estas antologías sesgadas y manipuladas habían sido
analizadas y refutadas por los críticos y seguidores del polígrafo, demolidas
en artículos implacables con los que habían demostrado la mala intención, la
rabia y la vesania de sus enemigos. Estaban también los prólogos, los ensayos
parciales, los textos de las conferencias, las monografías acotadas a temas
concretos, especializados. Pero se reprochaba al gran Bergamota la ausencia de
la gran obra, del gran corpus doctrinal. Y también del gran poema épico. ¿Pero cómo
es esto? respondía el aludido cuando se lo comentaba Mireia Morcón Chumbera, la
periodista. Si Sr. Bergamota se le reprocha la ausencia en su obra de un gran
poema épico. Una Ilíada, unas Lusiadas a la manera de Camoens. ¡Pero si yo no soy
poeta oiga! Pues esfuércese, esfuércese, insistía la periodista tensando el
busto hacia adelante, no cediendo un milímetro ni en la argumentación ni en el
espacio. Es un auténtico despliegue de misiles balísticos intercontinentales
murmuraba Tato al oído del Amigo Pulardo que asistía con él a la entrevista. La
periodista, tensando el velamen de su blusa de seda blanca insistía: ¡Unas
Lusiadas de Nava de Goliardos! ¿Se lo imagina? La verdad es que no oiga, la
verdad es que no.
Me sabe mal oiga, pero el dibujo que debe acompañar al texto, es un retrato de la periodista, en el que se capte la tensión y no, no, un melindres emperillado.
ResponderEliminarCuando se baje del avión ya hablaremos que se le reconoce.
EliminarMuy moderno eso de dibujar latas de cerveza, pero no pega ni con guacamole.
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