LA MANZANA
Después
de estos días de lluvia y nieve que nos han sumido como en una grisura
parisina, de repente el sol. El paseante sigue con el abrigo puesto, pero se
abrocha sólo el botón de arriba, el del cuello, y deja que el abrigo invernal
se abra y deje pasar cierta tibieza que hay en el aire. Camina con las manos a
la espalda. Con una mano sujeta los dedos índice y corazón de la otra y la
brisa le peina a lo Napoleón, cierra los ojos para mejor sentir el primer sol
de la primavera. Sobre la acera, una manzana de tipo starkin, roja, de apariencia
pétrea, ocupa solitaria una plaza de aparcamiento y causa pasmo entre quienes
la miran. Nadie la recoge por temor sin duda a que, si se tira de ella o se la
patea, reviente la manzana en atronadora y bestial explosión llevándose todo
por delante.
¡Bonito artículo y genial dibujo!
ResponderEliminarLirismo en estado puro, como humo azul que se desvanece, en la mediocridad mundana.
ResponderEliminarAmerita un máster el pollo.
ResponderEliminar