Aunque fue ya hace algunos años, tenemos muy presente la visita que
hicimos a la catedral de Nápoles, en la que se conservan y veneran las
reliquias de San Genaro (o Jenaro que lo mismo da), obispo de Benveneto y
mártir cristiano, víctima de la persecución de Diocleciano. Recordamos la plata,
aquella capilla que parecía estar enteramente recubierta de plata, la Misa
celebrada en italiano o tal vez fuera dialecto napolitano, pronto por la mañana;
el paseo por aquellas calles sin edad de tan antiguas, aquella sensación de
ser, como español, el retoño de un árbol viejo, infinitamente viejo, pero al
fin y al cabo, el mismo árbol. En aquella iglesia, el mundo parecía harmonioso
y ordenado, protegido por San Genaro, a cubierto de su gran capa pluvial que ya
siglos atrás había salvado a la ciudad de una erupción del Vesubio.
Viene el parrafejo anterior a cuento de que hoy es, precisamente, San
Genaro, al que recordamos en estos tiempos de irreverencia y gran desorden
social, de pies al aire y grosero tuteo.
Como no podía ser menos, felicitamos en el día de su Santo a nuestro
querido amigo y colaborador Genaro García Mingo, cepogordista dónde los haya,
merecedor de toda clase de elogios que ahorramos al paciente lector. Solo
diremos que es fumador de Partagás, de las labores más inmensas, y del tabaco
para pipa London Blend. Y que no marida. ¡Felicidades querido Genaro!
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