No
hay duda de que llevamos una vida poliédrica, seguramente inarmónica, aunque
sin llegar al estado patológico. Por un lado el correteo. Por otro lado ese sin
fin de cosas tan apretadas en el tiempo que consideramos nuestro. Esa apretura
acaba por contagiarlas del correteo de la otra vida, que se insinúa también en
la de aquí, en la de hora. Sibilinamente, la vida de allí nos cuela en la de
aquí el desorden. La curiosidad y las ganas pueden más que las fuerzas y el
tiempo. ¿O tal vez es el tiempo el que a todos derrota? Seguramente sea así,
jugando con nosotros al ratón y al gato. Lo hace mutando, alargándose y
acortándose cada vez más, y disimulando que se acorta, que se escapa como la
arena entre los dedos. Oiga eso de la arena entre los dedos está muy visto ya.
En mi pueblo no hay arena, sólo unos cantos rodados que para que le cuento. Por
mucho que abra los dedos no pasan. No divague. Pues bien, entre ese desorden se
coló hace unos días todo un libro. ¿Es que es el primero? ¿Es que hacía mucho
que no leíamos un buen libro? No, no se trata de eso. El libro se llama Fuga
lenta y su autor es Juan Martínez de las Rivas. Lo publicó, hace algunos años
ya, Acantilado. Cuando se habla de un libro con los amigos la opinión inmediata
suele reducirse a calificarlo de bueno o malo. Fuga lenta no es sólo un buen
libro. Su autor ha sido capaz de poner por escrito con verdadero acierto un
mundo, un universo completo, como traído intacto y corpóreo, del fondo de la
memoria. Y al pasar las páginas se despliega ante nosotros, entero, completo,
explicado. Y se presenta con imágenes de una delicadeza que resultan asombrosas
cuando se piensa que Juan, el narrador, asiste en realidad al derrumbamiento de
su entorno familiar más próximo. Y tal vez sea esa la Fuga: La búsqueda del
mundo propio, construir entre los escombros de los adultos. No hay lirismos, tampoco
hay tragedia en la narración, aunque algunos hechos puedan resultarlo, hay
mirada. Lo que nos trae el libro es el mirar de Juan y ese mirar que es agudo,
atento, observador, logra mantenerse limpio. Pasamos en algunos momentos una
cierta ansiedad, pensando que al pasar la página llegará la terrible condena,
el exabrupto, el juicio inapelable. Pero no llega. Página a página, la vida de
Juan, a través de la mirada de Juan. Es tal vez el mayor acierto del libro. El
tono, la voz constante que narra sin estremecerse acontecimientos
dificilísimos. Serena en el fondo y también en la forma. Sin eludir detalle
alguno logra no ser implacable, lo al pensarlos después de terminado el libro
resulta asombroso. El acierto también en el retrato preciso y sereno de un
tiempo que es un poco el nuestro, con matices y distancias, con una diferencia
tal vez de algunos años, no demasiados. Se trata de la pintura lúcida y sentida
de un momento de la vida española, de una vida española. Es uno de sus muchos
logros. ¡Qué agradecidos le estamos por todo lo que nos ahorra, por todo lo que
no es! No es novela negra, no hay detectives en Nueva York, ni mafiosos, ni
millonarios drogadictos, ni intrigas político financieras. Respiramos
aliviados. Un español contemporáneo que se atreve a escribir sobre sí mismo,
sobre su mundo, sobre Madrid, sobre nosotros, y que lo hace sin rencor, sin
juicios, sin teorías. No hay tesis, no hay explicaciones. La vida de Juan
narrada, aceptada y la construcción del mundo personal a la que hemos aludido
ya. No vamos a alargar más el comentario. Aunque podría hacerse. Aludir a la
excelente mano con que se capta y devuelve a la vida a esa sociedad española
que no aguanta ya de pie, y vive de recuerdos y viejas glorias llevando todavía
títulos antiguos o que no lo son tanto, inadaptada, incapaz de transformarse,
educada para un mundo que ha volado; a la pintura fabulosa de la nueva
burguesía de los grandes pisos de la Castellana, retratada de forma magistral
en pocas páginas; al contraste que representan, en el desbarajuste familiar, la
presencia intermitente de los tíos alemanes que aportan un contrapeso de
solidez material, social, de cálida masculinidad, de cosmopolitismo; al retrato
de los padres, de los vecinos, de los compañeros de colegio; a las páginas del
internado de los Jesuitas que merecerían por si solas un comentario aparte; al
contraste con el colegio privado de las afueras de Madrid o el instituto del
barrio; al entramado de relaciones familiares; a los viajes fuera de España; a
la educación recibida. Todo ello con una voz, con un tono, que no nos cansamos
de elogiar y que en su aparente neutralidad, cala en realidad hondísimamente.
Bueno, ¿ya está bien no? Pues eso, hasta aquí. Anímense como se animó el menda
cuando me lo recomendó el amigo Pulardo.
Este libro se publicó en el 2009... veo que comentan cuestiones de la más rabiosa actualidad... ¡Por favor!
ResponderEliminar