Despacho del director del Museo, últimas horas de la tarde. A través de las ventanas se adivina un París adormecido por el calor. El habitual rumor de los grandes bulevares se ha apagado. Los turistas han tomado la ciudad desparramándose por las avenidas, colapsando los accesos a los monumentos, enmierdando la estética de la ciudad con sus pantalones cortos, sus camisetas sudadas, sus chancletas que apenas protegen los pies mugrientos y calcinados.
Cuatro individuos serios, eruditos, reconocidos expertos se encuentran reunidos en torno a una mesa baja dónde descansa una bandeja con un servicio de café que nadie ha tocado. El humo se alza sobre sus cabezas. El profesor enciende su segunda pipa de la tarde, asciende una columna gris ratón que poco a poco va tornando en gris topo. El conservador no fuma, ni bebe, se rumorea que colecciona postales artísticas del diecinueve pero...rumores, en realidad colecciona material pornográfico del veinte. Por ser conservador de un museo famoso lo tienen en más estima de la que merece. El director del departamento de adquisiciones da lentas chupadas a su cigarro. No puede evitar manifestar su enfado por haber sido arrancado de su villa bretona. ¡Precisamente el día que estaba arreglando los rosales trepadores!...si no se respetan las vacaciones ¿qué puede esperarse? ¡estas urgencias resultan intolerables!...lo único bueno es estar un poco de tiempo alejado de su pegajosa mujer.
Finalmente, el director del Museo toma la palabra. Unas profundas ojeras denotan que lleva varias noches sin conciliar el sueño. Su habitual aspecto atildado ha adquirido un tinte de desaliño, la sombra de la barba encanecida, las manos de dedos largos y nudosos que no paran de juguetear con su mechero de oro y laca china, las colillas que se amontonan en el cenicero.
- Señores, como saben la inauguración de la exposición homenaje a Durand-Ruel está prevista para la primera semana de octubre. Todo está preparado, el catálogo en máquinas, la infografía diseñada y en talleres...pues bien, me temo que ha sucedido algo que a mi juicio nos obligará a posponer la exposición e incluso a considerar su cancelación.
Las miradas de los otros tres convergen. Observan al director con estupor. Llevan más de dos año trabajando para sacar adelante la que, sin duda, va a ser la más completa y mejor exposición que jamás se haya hecho del impresionismo. Horas y horas de llamadas telefónicas, viajes, debates interminables, presiones, ruegos, inclinaciones de cuello ante ricos americanos y japoneses, fundaciones, llamadas histéricas del Ministerio...horas de tensión e ilusión...
-¿Qué ha sucedido? pregunta el profesor.
- Ha llegado a mi conocimiento una información que puede suponer, mejor dicho, que supone un vuelco total y absoluto en el conocimiento del movimiento impresionista. Todo lo escrito hasta ahora, todo lo publicado, todo lo manifestado desde 1860 hasta nuestros días debe ser revisado, enmendado, corregido de la cruz a la firma..
De nuevo las miradas se concentran en el rostro del director que continúa hablando mientras extrae una hoja de papel de una carpeta.
- Aquí tienen una carta que recibí hace tres días. Su autor no es otro que el doctor H.M. Shulz, no hace falta que les diga más. En ella me explica cómo ha llegado a su poder un informe elaborado por los nazis según el cual, tanto los principales artistas que de un modo u otro fueron encuadrados dentro del movimiento impresionista como sus mayores difusores, galeristas y críticos no eran sino meros siervos controlados por una inteligencia superior de origen extraterrestre.
El conservador suelta una carcajada histérica, el director del departamento de adquisiciones deja caer su cigarro sobre la alfombra. El profesor extiende el brazo con una agilidad impropia de su edad y arrebata la carta de manos del director. Lee con frenesí. La carta, escrita en el impecable francés académico de Shulz no deja lugar a dudas.
- O este hombre se ha vuelto loco o realmente dispone de ese informe.
- Veamos, suponiendo que exista el informe y que llegue a la conclusión que nuestro querido director nos ha comunicado ¿qué veracidad puede tener? ¿que pruebas se aportan?
- Todas, responde el director. He tardado tres días en llamarles porque mi primera reacción fue hablar con Shulz y pedirle que me dejara leer el informe. Nos reunimos anteayer en Ginebra. Lo leí, vi las fotografías, tomé algunas notas para comparar datos. Ayer pasé toda la mañana en la Biblioteca Nacional. ¡Todo coincide! Los datos que contiene el informe resultan verosímiles.
El profesor toma la palabra con gesto serio. La voz suena quebrada, se percibe una honda preocupación.
- Con todo respeto, señor Director, creo que antes de emitir un juicio debemos de someter el citado informe a un profundo escrutinio. Shulz explica en su carta su origen de una manera vaga, habría que verificar su autenticidad, analizarlo tanto físicamente como contrastar su contenido...
- Indudablemente, responde el Director, ahora entenderán porqué la exposición queda comprometida hasta que no aclaremos éste asunto. Nuestra responsabilidad ante el mundo es enorme...
Toma la palabra el director del departamento de adquisiciones. ¿Y Shulz ha comunicado ésto a alguien más?
- No,me dijo que nosotros eramos los primeros. Si bien me dio a entender que dependiendo de nuestra reacción podía verse empujado a comunicarlo a otras personas...
- No puedo creerlo. Es algo demasiado complicado para ser cierto. Además ¿cómo es posible que cientos sino miles de especialistas que han dedicado su vida al estudio de este tema no hayan detectado nada...?
- Leyendo el informe se comprende que los datos estaban ahí pero que nadie los ha sabido interpretar correctamente. Ha faltado una visión profunda, un análisis de conjunto, una minuciosa investigación de lo que aparentemente no eran sino hechos curiosos, sucesos anecdóticos, coincidencias más o menos afortunadas..
La reunión se prolonga durante más de una hora. La noche ha caido sobre París. El director se pone en pié para encender la luz. Han decidido llamar a Shulz para que les permita el acceso al informe. El director se sienta tras de su escritorio y busca en la agenda el número del experto suizo.
Suena el timbre de un teléfono móvil. Es el del profesor. Su mujer llama desde la granja de normandía dónde pasan las vacaciones. ¿Has visto las noticias? No. Esta mañana. Pero..¿cómo es posible? Si, junto al lago..Terrible, si, inexplicable, en fin...no no llegaré hasta mañana por la noche como pronto..si, te llamaré...cuelga y poniéndose en pié con dificultad, dice:
-¡Shulz ha muerto!
-¿Qué? ¿Como ha sido?
-La noticia la han dado esta noche en el telediario. Ayer por la noche, hace menos de veinticuatro horas. Un rayo lo alcanzó cuando estaba paseando al borde del lago junto a su perro. Lo más extraño es que según ha informado la policía suiza, esa noche no hubo ninguna tormenta, ni seca ni lluvia...nada
El director, lívido, cierra la agenda y se recuesta en su sillón giratorio.
Con voz ronca se dirige a los tres que le miran fijamente.
-¡Shulz no tenía perro!...era alérgico al pelo de perro, de caballo...
En ese preciso instante se escucha un fuerte golpe y la puerta del despacho salta hecha pedazos. Unos encapuchados irrumpen y sin mediar palabra se abalanzan sobre los reunidos.
En pocos segundos han sido reducidos y narcotizados. Bajo sus capuchas negras los ojos de los asaltantes irradian una tenue luz verdosa, de halógeno matizado por el tejido del pasamontañas de combate...El que está al mando hace una llamada.
- Neutralizado. Si, envíen a los infiltrados.
En unos minutos, en el despacho del director del Museo vuelven a estar reunidos los cuatro personajes, su aspecto es idéntico, sus ademanes no dejan lugar a duda, sus voces no pueden ser sino las del director y sus colaboradores.
Cuarenta y ocho horas después, el director del departamento de adquisiciones está en la cama con su mujer. Descansan el uno junto al otro después de un segundo, prolongado y extenuante acto sexual. Alix está encantada, no sabe que le ha sucedido a su marido, pero desde que regresó de París su interés hacia ella ha aumentado muy satisfactoriamente...incluso se permite ciertas libertades que en quince años de matrimonio no había experimentado...
Al lunes siguiente en una cervecería de la plaza de la Bastilla dos habituales comentan las pocas noticias del verano. El patrón les escucha con atención mientras seca unas copas. Hablan de extrañas luces que unos turistas dicen haber visto días atrás, al parecer ascendían y caían desde el cielo hasta posarse encima del Museo. El director ha sido encuestado, puede que fuera el reflejo del láser de la torre Eiffel, alguna discoteca vete a saber...en el Museo no ha sucedido nada, todo está en orden...la exposición homenaje a Durand-Ruel será todo un éxito.
Sin duda un acierto, una trama refrescante, bien trenzada. Ingenio a raudales que vivifica cepo, atrapapa al lector. Le animo a continuar, es el regocijo del verano, que pone patas arriba a cepo.
ResponderEliminarEs usted un auténtico orfebre de la palabra, le falta un poco de picante, unas buenas esposas o el tan manido látigo, le daría une "touche moderne".
ResponderEliminarEste es el blog del folleteo extraterrestre. Viva JUMILLA independiente mamarracho.
ResponderEliminarUsted al andar se pisa la picha. Viva JUMILLA independiente mamarracho
ResponderEliminarQue le pasa con JUMILLA, se le cayó la colilla memo.
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