jueves, 12 de septiembre de 2013

EXORCISMO

Dos diálogos entre don Manolito y don Estrafalraio.

1. Exorcismo

En el primero, don Estra congestionado empieza a soltar exabruptos contra España, cada vez mayores. Son los habituales. Síntomas del virus que le habita, de la intoxicación que todavía muchos padecen en España, aunque las vacunas son cada vez más eficaces. Esta terrible enfermedad empezó a incubarse en el 98, pero se convirtió en pandemia realmente con la transición española a la democracia. Incubada sobre todo por la incuria intelectual de la izquierda española, hace presa con pasmosa facilidad sobre el resto de la sociedad muy mal dotada de anticuerpos. Ataca a la capacidad de raciocinio, de comprender textos, de analizar resistiéndose a los tópicos, hace vulnerable en grado sumo a las leyendas, a las generalizaciones y sobre todo acaba incapacitando para la reflexión y el esfuerzo intelectual, pues los sustituye por dos o tres ideas fijas que el enfermo repite como un mantra, y alrededor de las que articula todo su discurso. Discurso que desde hace años es siempre el mismo, un falso diagnóstico para un imposible arbitrismo que requeriría modificar el pasado, y que conduce por tanto a la resignación, al derrotismo, a la frustración y al odio. Odio que puede llegar a ser verdaderamente irracional. En las fases de mayor agudeza, sin reconocerlo, el enfermo llega a disfrutar casi sexualmente con las calamidades que puedan azotar a España pues se interpretan como una confirmación de la enfermiza tesis.

Don Estrafalario fue picado en tiempos por la mosca progre. Don Manolito no se sorprende de lo que ocurre. Alcides Bergamota le tiene avisado. Habla de recaída y reprocha a don Estrafalario que se haya saltado el régimen y haya vuelto a las andadas. Ante un exabrupto mayor le interroga, seguro de que hay gato encerrado, agente externo: Stalin, no el padrecito, sino una conocida de apodo Stalin. Al verse descubierto, el ataque de don Estra sube de tono.

En la biblioteca de la casa que comparten en verano los dos amigos. Fuman tomando café, tranquila sobremesa. Libro, periódicos, algo de charla.

-            Buen tabaco este ¿no le parece don Estrafalario?
-            Desde luego, extranjero seguro…
-            Hombre… ¿Qué frase es esa? Sí, resulta que es de marca inglesa. La pipa ya se sabe. Pero piense que el mejor tabaco del mundo, el tabaco cubano no deja de ser una obra de España, una más.
-            No empiece con sus trucos, España está acabada. Es más, ¡yo afirmo que en España no cabe un tonto más!

Al pronunciar la última frase don Estrafalario parecía que se ahogaba, como al borde del colapso por un ataque de rabia salvaje y repentina. Don Manolito no perdía la calma.

-            Vaya. ¿Qué le pasa a usted hoy? ¿Ya empezamos otra vez? - preguntó don Manolito con voz tranquila.
-            Empiezo lo que me da la gana, sólo faltaba que entre tanto tonto no pudiera uno desahogarse... Sólo ha valido la segunda república, esos cuatro años dorados donde todo cupo…
-            Claro, claro, en el 31 nacieron Ortega, Marañón y Pérez de Ayala, crecieron deprisita y todo lo hicieron en esos cuatro años, del pañal al pantalón corto, del pantalón largo a la tesis doctoral… En fin. Por lo menos dice usted todavía España…
-            ¡En este país todo vale, todo es igual, yo lo llamo o no lo llamo!
-            Pero hombre don Estrafalario que se va a ahogar usted… Un poco de calma.
-            ¡Cómo quiere que me calme! No hay más que ruina, pelotas, enchufados y arribistas, en este país no se valora el talento, no triunfan más que los tramposos…
-            Ya está bien hombre – dijo don Manolito incorporándose un poco y empezando a preocuparse.

Podía tratarse de una recaída. Don Estra proseguía excitadísimo:

-            No tenemos más tradición que la barbarie, la incultura, la envidia y el cainismo, este país es una ruina; ruinas y polvo acumulados por una sucesión de fracasos sin fin…
-            Don Estrafalario, que se me están hinchando las narices. No voy a entrar a discutir. ¡Se ha saltado usted las prescripciones médicas, el régimen, la dieta! Así no hay forma.

Don Estrafalario hace un gesto rápido para esconder algo, un periódico que enrollado tenía sobre la mesa auxiliar a la izquierda de su butaca.

-          ¿Pero vamos a ver, que esconde usted? A ver a ver. ¿¡El País!? ¡Pero si lo tiene usted rigurosamente prohibido hasta que le den el alta!
-          El País es el único foco de cultura que hay en Esp… en este país, un polo de progreso y modernidad.
-          ¿Cómo? ¿Progreso, modernidad? ¿Quién le ha conseguido el periódico, a quien ha estado viendo?
-          ¡A nadie! En este país no hay cultura, en este país no hay belleza, ni letras, ni jardines, ni árboles, ¡¡PÁRAMO, PÁRAMO!! ¡Si no hubiera echado a los judíos! Lo único bueno en este país son los judíos, después nada… agh

Girándose hacia atrás, don Manolito habla por encima del respaldo de su butaca, hacia la cocina:

-            Antonia, esté al tanto que algo pasa, una recaída gorda, no se vaya hasta que yo avise.

Mientras tanto, don Estrafalario sigue accionando enrojecido, las palabras cada vez salen más confusas:

-            Ruina y páramo, la culpa la envidia, no se ha reconocido a los grandes hombres, en este país, ya lo decía Costa, biblioteca y despensa, en este país no se lee…Aggghhhglglgl!

Antes de acudir a remedios mayores y para determinar la intensidad de la intoxicación don Manolito acude a los ejercicios conductistas prescritos como parte de la rehabilitación. Levantando la voz se tira al ruedo:

-            ¡¡Calle y conteste!! Conteste don Estra, conteste, ¿Cuál es el mejor retrato de la historia de la pintura?
-            No, no aghh
-            Si, si, conteste, repita conmigo: el de Jovellanos que pintó Goya, repita!!
-            -No, si… -espumarajos -… si el de Jovellanos que pintó Goya…agghh!- varios espasmos sacuden a don Estrafalario, se le contrae la mandíbula, la piel se le pone verde y tirante.

Don Manolito cree poder atajar la crisis.

-            Y ahora, póngase firme, flexione, un, don, un dos, y repita conmigo mientras hace el ejercicio, “Jovellanos no traicionó, Jovellanos no renegó, Jovellanos no leía El País”, un, dos, un dos.
-            Si, si, Jovellanos no traicionó, Jovellanos no renegó…agghgh- nuevo espasmo sacude a don estrafalario que pone los ojos en blanco- ¡¡No, no, este país es una país de pancistas, de gañanes, no hemos aportado al mundo más que inquisición y exterminio de indios!!!

Don Manolito tiene que hacer un esfuerzo para serenarse y obligar a don Estrafalario a permanecer sentado. La cosa parece más seria que un simple ataque, estamos a punto de asistir a una verdadera recaída.

-            ¡¡Confiese Estrafalario, confiese!! ¿¿A quien ha visto usted, con quien ha estado, quien le ha suministrado la droga: ese periódico?? – don Manolito calla un momento, se le encienden los ojos- ¡Ya lo sé! ¡Con esa lagarta que le acecha, con esa predicadora del progresismo y el odio a España, con esa envenenadora! ¿Verdad?

La súbita calma de don Estrafalario y la sonrisa que se le pone en la cara le acaban de delatar. Se trata efectivamente de Stalin, no del padrecito, sino de Paqui la Roja, apodada Stalin, devoradora de titulares de El País, gran demagoga, especializada en la falacia lógica y en adoctrinar captando a sus víctimas por medio de su atractivo sexual. Don Manolito la identifica como la progre que ataca llevando los pitones sin correaje.

-            No me diga más, así que ha estado aquí Stalin otra vez, Paqui la Roja que lo torea a usted como a un borrico en celo, con sus artes de lujuriosa burguesa emputecida, esa hija de familia descarriada vendedora de la gran empanadilla ideológica, restos de nihilismo, islam, buenismo, destrucción, totalitarismo y folleteo, todo envuelto en ropajes de modernidad y avanzadilla...
-            ¡¡No hay más que fachas, señoritos y enchufados en este país de mierda!! ¡Y todos reprimidos! ¡¡Si reprimidos, castrados por la Iglesia y los curas que le voy a decir yo lo que son los curas en realidad…- por encima de la voz de don Estra suena la de don Manolito, ya alarmado:
-            Antonia, traiga corriendo las pastillas para el esperpento, que don Estra está en pleno ataque, las del bote grande de color Rojo.
-            ¡Fascista! ¡¡España no existe!! Es la opresora de sus regiones, España debe indemnizar a todas sus regiones por años de tiranía, por haber impuesto el español a sangre y fuego, por no tolerar la diferencia, por carecer de las perfecciones evidentes de nuestros vecinos, merece fracasar, quiero su fracaso, y así tendré razón, ¡¡aggghghghghghg!!
-            ¡¡Antonia rápido el mazo!!

En los estertores finales del ataque, don Estra traga a la fuerza las pastillas para el esperpento, bote rojo, antes de caer redondo, anestesiado por don Manolito que maneja el mazo con maestría, precisión y hasta dónde es posible, delicadeza.

Mientras don Estrafalario duerme ya tranquilo, don Manolito prosigue su lectura sin más. A ver si mañana madruga para ver aquella exposición, si no, no hay forma.

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