Han de creerme los amables cepogordistas cuando les digo que he estado mucho tiempo tratando de evitar escribir sobre un asunto sobre el que ya se ha dicho casi todo.
Sinceramente no creo que esto vaya más allá de un desahogo, pero ante la riada de tinta, bites y ruido que hemos tenido que soportar en las últimas semanas no hay forma de evitar ponerse frente a la pantalla y dejar algunos comentarios por escrito.
En primer lugar el golpe de estado en Cataluña (llamemos a las cosas por su nombre) no es un "choque institucional" ni un "conflicto político" ni ninguna de esas cosas que periodistas, tertulianos y políticos del pesebre emplean como eufemismos de lo que no es sino un levantamiento de dentro hacia fuera.
Los cargos electos de la comunidad catalana son representantes en su territorio del Estado y están sometidos a la Constitución por encima de su estatuto y demás legislación que les sea aplicable.
El artículo 67.1 del Estatuto establece que el presidente de la Generalidad ostenta la representación
ordinaria del Estado en Cataluña.
En este contexto legal claro y nítido, cualquier acción del presidente y su gobierno en contra de la Constitución y del Estado al que representa deben considerarse particularmente graves e injustificables desde un punto de vista legal y ético.
No hay "choque insitucional" ninguno, lo que hay es un representante del Estado se levanta en contra de ese Estado y del rey que lo ha nombrado presidente y se infla como un pavo amenazando con la proclamación de la república catalana.
Si España no estuviera hecha unos zorros la bravuconada de Puigdemont y su grupo de iluminados se hubiera atajado el primer día mediante oportuna detención, procesamiento y condena de los caudillos por uno o varios delitos en los que ,supuestamente, están incurriendo tales como rebelión o malversación por citar dos de los más jugosos.
El disparate al que asistimos ha llegado al siniestro punto en el que estamos no sólo por la nefasta gestión política de UCD, CDS, PSOE y PP sino por la profundísima corrupción política y moral de los líderes políticos de Cataluña y de una buena parte del entramado social sobre el que se asientan y al que han beneficiado a manos llenas.
Enfangados en una sima de robo y corrupción generalizada la "patada hacia delante" ha sido una forma torpe, siniestra y grave de chantajear al gobierno e intentar una huida a un nuevo sistema que les permita huir del peso de la Justicia y mantener su esquema de latrocinio institucional.
La parte de los separatistas profesionales de las diferentes tribus (ERC, CUP etc..) es otra, ya que en este caso no están haciendo sino lo que les toca. Son agitadores profesionales, viven del presupuesto del Estado al que denigran con el único objetivo de mantener sus poltronas y prebendas a costa de lo que sea.
Las víctimas de este golpe de estado son los españoles que han nacido y viven en Cataluña así como los de las demás regiones que con su esfuerzo durante siglos y siglos han levantado la tierra, hacienda y cultura que un grupo de sinvergüenzas intenta mantener bajo su exclusivo control.
En cuanto al número no pequeño de comparsas en las que se apoya el separatismo (asistentes a la Diada separatista, miembros de asociaciones, palmeros y plañideras...) aquí nos enfrentamos a tres grupos diferenciados; los estómagos agradecidos del pesebre separatista, los tontos útiles y los odiadores profesionales cuya única razón de ser es destruir España y lo que representa.
Las gentes bienpensantes se manifiestan preocupadas por ese grupo de "soñadores" que solo buscan libertad y deseo de autodeterminación. A mi las histerias y los delirios del personal no me producen ni frío ni calor.
A estas alturas el que se niegue a conocer la Historia y se una a movimientos estrictamente basados en la mentira y en la manipulación más burda no pueden pretender estar protegidos por un teórico "derecho a ser gilipollas".
Los fundamentos "teóricos" de este movimiento están basados en la mentira y la manipulación. No hay verdad detrás de una falsa aspiración.
En el caso de los tontos útiles que llenan calles y cuelgan banderas; Si eres tonto del culo lo mejor es asumirlo, dejarte de manifestaciones y salir a la calle a jugar a la pirindola sin molestar a los demás. Si no eres tonto del culo y participas en esa bazofia entonces el asunto es más grave.
El problema es que no hay tantos tontos útiles, lo que hay es mucho inmaduro emocional y mucho jeta al que le da igual romper el jarrón porque sabe que a el no le van a pasar la factura.
Ese es el delito de la posmodernidad en la que nos ha instalado el sistema político actual; se puede poner en riesgo cualquier cosa con tal de dar la nota y ejercer el "derecho" a disentir, a decidir, a negarse, a colocarse al margen, a hacer al fin y al cabo lo que les salga de la higa porque es el triunfo absoluto de la inmadurez y la irresponsabilidad. Todo vale, nada cuesta, nada significa nada si a mi no me afecta.
Tan inmadura y pedorra es esta afrenta que se ha planteado de dentro a fuera, empleando la estructura y los medios del Estado, la debilidad de un sistema débil y enfermizo para cagarse en todo sin aparentes consecuencias. Por eso están crecidos, apuestan poco, son cobardes y se esconden tras las familias, los niños pintarrajeados, las plañideras, las turistas con camiseta del Barça y bandera revolucionaria.
Asistimos a un triste golpe de cuño postmoderno, no es otra cosa, no busquemos razones filosóficas, políticas ni históricas más allá de la profunda decadencia del hombre occidental. En Cataluña el separatismo está sirviendo de válvula de escape para un grupo humano débil manejado por gente sin escrúpulos. En otros sitios es el animalismo o la cristianofobia, al final es la decadencia del hombre convertido en una cosita blanda y llorona que no quiere ser responsable de nada y quiere disfrutar de paz y seguridad sin esfuerzo y con vacaciones pagadas.