Un
gordo con voz de pito visita a su madre ingresada. No para de hablar por
teléfono y se ve que la madre pregunta varias veces o le llama interrumpiendo.
Se oye bastante alto.
- ¡Hija mamá, que
estoy hablando con mi amiga Paloma!
Desde
dónde estoy no puedo verle. La voz me suena a marica de buena familia. Voz
aflautada de gordo amanerado, pero sin más. Picado por la curiosidad me levanto
a por agua y de paso a verle.
Lo que veo es a un tío bestia en pantalón corto y
camiseta, todo en colores negros. Pero el hombre hace la visita, se preocupa,
parece cariñoso con la anciana madre.
Mi
vecino trabaja por teléfono. Estamos separados por una cortina, pero se le oye
dar toda clase de explicaciones. Hay un punto de angustia por el contratiempo
profesional que supone estar ingresado en urgencias. Y sin embargo la vida no
admite esas divisiones, la vida es una. Enfrente, el paciente dolorido resulta
que es médico. Al descubrirlo, el tono es otro. Dos enfermeros se enguantan con
cara de pocos amigos, largos guantes de color morado que dan miedo.
A la hora
de comer se oye una voz que, bastante alto y con un deje casi de desesperación,
reclama un poco de sal. Espontáneamente, los que podemos hacerlo nos reímos,
sin maldad, conmovidos por una petición tan inocente. Ahora mi vecino duerme
profundamente, abrazado a su almohada, como con pasión. Han quedado aparcadas
las urgencias profesionales.
Un poco de agua,
pide un enfermo a una señora oronda y sonriente que recoge las bandejas de la
comida.
Tiene que
pedirlo a las enfermeras – contesta ella- si no, yo con mucho gusto se lo
daría.
Lo
dice con un acento que parece cubano, con un español tan limpio, y con una
dulzura amable que son en sí un bálsamo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
SI QUIERE ECHAR SU CUARTO A ESPADAS, YA SABE AQUÍ. CONVIENE QUE MIENTRAS ESCRIBA ESTÉ USTED FUMANDO, CIGARRO O INCLUSO PIPA.