El coronel de uno de los batallones en los que serví se desembarazó de cuatro pastores anglicanos en cuatro meses; al final solicitó que le enviaran a un católico, alegando un cambio de fe en los hombres a su mando. Porque a los sacerdotes católicos no sólo se les permitía visitar los puestos de peligro, sino que decididamente disfrutaban al estar en los lugares de combate, para poder dar así la extremaunción a los agonizantes. Y nunca supimos de ninguno que no hiciera todo lo que se esperaba de él y a veces más. Durante la primera batalla de Ypres, cuando todos los oficiales fueron muertos o heridos, el jovial padre Gleeson, de los Munsters, se arremangó la sotana negra, y tomó el mando de los supervivientes, manteniendo la línea.
Robert Graves, Adiós a todo eso, pág. 206 en la edición de Muchnick Editores del año 2000.
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