Se puede comer mal y aún peor, que es lo que me ha pasado hoy. Un solomillo cubierto de extrañas partículas que se desprendían al cortarlo, como finas láminas de teflón. La reducción al Pedro Ximénez no era tal, más que reducir habían regado el plato con un chorro de brandy caliente y barato, en el que flotaba el arroz peor cocido que imaginarse pueda. Para rematar, dos rodajas de piña vieja, es decir bastante pasada. Una de las rodajas con pinta de haber pasado bajo el grifo después de caer al suelo. Menos mal que los estertores provocados por el más infecto café que se haya servido nunca a un cliente desarmado e incauto han hecho olvidar rápidamente todo lo anterior.
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