La vieja criada, que lleva centurias habitando el palacio de Doroteo en Nava de Goliardos anuncia visita. Es pálida, casi translucida, pelo cano y sus andares no dejan huella ni ruido, sólo mueven el aire.
-
Señorito, que
ha venido don Epitafio… ¿Le digo que pase?
-
¡Aaaaggghh!
¡La morte, la morte vine aquí! -grita el amigo Pulardo en italiano con voz aterrada-
¡Huyamos, huyamos antes de que la parca nos agarre por dónde más duele!
Interviene Doroteo pidiendo calma sosiego, que
todavía no se ha servido el café:
-
Pero
amigo Pulardo, un poco de calma, ¿Qué ha sido de sus
facultades intelectuales? Es Epifanio, el panadero del pueblo que los sábados
tiene a bien acercarnos el pan y unos bollitos rellenos de crema que hornea
para el desayuno, un poco de calma, tómese el café que ya viene Wilfreda a
servirlo.
La silenciosa aparición de Wilfreda, la centenaria y
alba criada cuyos pasos no se oyen ni se sienten, no acaba de tranquilizar al
amigo Pulardo, que visita por primera vez Nava (o Puebla) de Goliardos, y se
mueve con torpeza lejos de la plaza de toros y su gentío y sus murmullos. Se
encuentra torpe por las calles empedradas, no teniendo que dar brincos por los
tendidos, almohadilla en mano.
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