Doroteo
consideraba que no se puede pasar el invierno sin calcetines de lana de oveja
merina. Le decía Alcides que esas son consideraciones frívolas cuando hay tanta
necesidad. Tato le recordaba que las merinas se las comieron los franceses
cuando la guerra de independencia. Los franceses y los demás. Doroteo contestaba
que nones, que su rebisabuela Nicanora escondió un rebaño, si, un rebaño
entero, en las cuevas de la Cazadora. Un rebaño que ahora habría que sacrificar,
si resultaba que los calcetines de lana merina eran una frivolidad. Se defendía
bien Doroteo, palo aquí, palo allá.
Consideraba
Doroteo muy adecuado combinar chaqueta y corbata con jersey de los llamados de
pico. Le contestaba el gran Bergamota, con ánimo provocador, que sin duda, si
uno quería pasar por abanderado de la máxima carcumbre, por fósil victoriano.
¿Y por qué no una levita?
Cuando
se despedían, Bergamota pidió en portería que le trajeran su güito de negro
fieltro y su capa española, con forro de terciopelo verde agua. Hacía frío
todavía en Nava de Goliardos, pese a que el verano estaba a las puertas.
Soy profundo y no me abstengo porque no quiero.
ResponderEliminarPuede que seas, a lo mejor, un poquito... ¿Cómo Cómo decirlo de manera delicada? ¿Tonto del bote?
EliminarCállate
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