miércoles, 19 de junio de 2019

El paso al frente. Extracto de un texto más largo aparecido en el Heraldo de Nava.


En primer lugar agradecer el esfuerzo del autor por tratar de elevar un poco el nivel de la reflexión en estas horas de frenesí político. Pero sólo hasta aquí llega mi coincidencia con él. De la lectura de su artículo surgen infinidad de objeciones, de distinto orden. No es posible exponerlas todas en este comentario, pero ahí van algunas de ellas:

Una de carácter general, aplicable tanto a este artículo como a otros de tono similar que han ido apareciendo en blogs, medios, tertulias y hasta en prensa de papel. Todos ellos escritos desde posturas católicas. La impresión general es que para todos ellos la aparición de XX no sólo no representa algo de luz al final del túnel, sino que por el contrario les ha disgustado profundamente. Todos denuncian la situación de la sociedad española, pero cuando surge alguien que puede representar, aunque sea remotamente, una esperanza, entonces se ponen exquisitos para rechazarlo en nombre de los grandes principios, pero sobre todo con el argumento de que XX no es perfecto. Una actitud que nuestro refranero conoce perfectamente, por desear lo mejor, rechazan lo bueno. Nuestra vida pública es un lodazal en el que estamos enfangados desde hace años, en el que el olor a agua estancada sube y sube sin cesar. Cuando por fin algunos de los que lo sufren, en lugar de quejarse, deciden ponerse manos a la obra y tiran de pico y pala para tratar de desatascar la situación, entonces los que desde hace años venían quejándose de la situación empiezan a objetar que el pico no es adecuado, la pala podría ser mejor, y el uniforme de los poceros tiene un botón descosido. Es lo que yo llamo la actitud Chateaubriand, no por la pieza de carne, sino por el escritor católico francés. Le gustaba tanto cantar el fin de un mundo, lamentarse ante lo que fue y ya no será, que él había conocido y los demás no, que acababa por necesitar ruinas para inspirarse… y con su actitud contribuía decisivamente a crearlas, a desarmar a los suyos. Nada de lo que hicieran los contemporáneos de su cuerda era lo suficientemente puro, lo suficientemente auténtico.

Pues bien, parece como si a muchos católicos les molestara que alguien intentara enderezar lo que ellos denuncian que está torcido. Como si el intento o el éxito posible fuera a dejarles sin la ruina que es su motivo de inspiración. ¿Y ahora que denuncio yo? ¿Y ahora contra que clamo? Cuando otros empiezan a moverse nos damos cuenta de que nos hemos quedado quietos, y eso escuece. Éramos nosotros los que por nuestros méritos y por nuestra pureza inmaculada merecíamos estar a la cabeza. Sin duda, pero es que seguimos quietos y otros han dado un paso al frente. (...)
A. Bergamota Elgrande

1 comentario:

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