miércoles, 5 de julio de 2017

Al hilo... entre resumen y caricatura.


Al hilo de un excelente artículo de A. Delgado Gal para Revista de Libros. La diferencia entre medir el mérito de la obra por la excelencia de la ejecución o por las intenciones del artista. Esto último, el arte moderno, es lo que da pie a todos los fraudes, sobre todo al fraude que consiste en atracar el presupuesto público en forma de vindicación de la cultura e instalación en su pesebre de dinero público –ese que según una ministra socialista no es de nadie- sustraído a los menesterosos ciudadanos. El arte moderno, más que creador, destructor, a la búsqueda de vestigios culturales tergiversables. Es decir, de los que reírse, mofarse, a los que denigrar y parasitar. Todo ello mediante un ultraje de formas aparatosas. Denigración del estilo.  De lo que no vale nada, el urinario fabricado en serie, por arte de magia, mediante encantamiento gnóstico, que sólo dicen entender unos pocos, se saca la piedra filosofal, es decir, la pasta gansa.

Siguiendo a Duchamp, el gran jeta que todavía se debe estar riendo, la obra es lo que el espectador quiera, y a la vez, es arte lo que el creador decida, aquello a lo que bautice con esa palabra mágica. Los profesionales del arte, los que deciden que es arte porque poseen el lenguaje secreto –los tejedores del cuento- crean el sistema del arte, manantial de dinero público, que proviene de las instituciones. Y hoy ya es la institución pública, en definitiva, el funcionario, quien decide lo que es arte. El público ha desaparecido, ya no es necesario. Si se queja, se le contestará que es ignorante, anticuado, cateto, deplorable… Finalmente se produce la desaparición del autor, puesto que logra financiación no con la obra hecha, sino con un proyecto de obra cuyo contenido le dictará realmente el administrador cultural. El viento mece los árboles, despacio, como si cargado de calor les costara girar, cae la tarde, con una luz todavía dorada y densa, que no da tregua.

Genaro García Mingo
(en exclusiva para el Heraldo de Nava y para
Cepogordo.)

4 comentarios:

  1. Reaccionario infecto.

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  2. Genaro García Mingo es de lo mejorcito de Nava. Serio, ponderado, en una palabra respetable, a cien años de las excentricidades pueblerinas y reaccionarias de muchos de los de su círculo de compadres.

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  3. La mención a Alvaro Delgado Gal me lleva a recomendar a los cepogordistas a un señor llamado Johanes von Horrach. Siganle la pista.

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  4. Los hay que a estas alturas no han conseguido asimilar el arte rupestre.

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