La política de aceptación del adversario. Antimo Caponeti Moreto siempre practicó esa política de aceptación del adversario porque era pequeñito y se hacía daño al apretar el puño. Nunca se sintió a gusto entre los camaradas que venían a casa, amigos de su hermano Heriberto, que por el contrario era un coloso. Los papás de Antimo Caponeti Moreto engendraban antítesis a pares. Antimo y Heriberto; Petronila y Mari Bárbola. Petronila era cursi y atroz y quería llamarse Brigitte. Mari Bárbola, sana como una manzana, recia y verdadero bastión familiar carecía de la belleza y la sensual gracia de su hermana. Aquella era capaz de calibrar y medir el efecto que causaba entre los hombres –esas sabandijas- en proporción a los centímetros de tacón de sus botines, que calzaba, más o menos altos, de caña más o menos alargada, de planta más o menos amplia, de ante o de piel, bruñida o lisa, cocodrilo o potro, según el efecto deseado. Como buena estratega en materia fina, era capaz de aplicar, cuando lo consideraba necesario, el principio de concentración de sus fuerzas de choque, preparando vertiginosos escotes que habían sido fuente de escándalos, accidentes de tráfico y le habían valido el mote de la Artillera. Antimo Caponeti Moreto, por esas cosas de la vida, por aquello de que los contrarios se atraen, Antimo Caponeti Moreto era amigo de Tato.
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