Se ha solicitado muchas veces al gran polígrafo, con ocasión de sus múltiples conferencias y con verdadera ansiedad, que revele una fórmula, un método para detectar al imbécil, al memo, al masa. Sin dudarlo el gran Bergamota ha contestado que el cretino nocivo es fácilmente identificable como aquél que proclama y reclama, sin cesar y machacón, su derecho a decidir. Este es el memo de categoría suprema. Pero a la zaga le va el de segunda categoría, que es quien ante tan cretina reivindicación, simplemente calla, porque su cabeza no da para mucho rebatir. Esta segunda categoría de memo o cretino suele ir mal vestida y es engreída. La primera es una condensación del paletismo y la burricie contemporáneos, de una rudeza y grosería intelectual difíciles de encontrar en la historia, es el cretino satisfecho, satisfecho mientras, además, paga la cuenta.
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