En puebla de Goliardos es la hora tonta, después de comer, sin sueño, sin ánimos para un paseo, tarde gris de fuerte viento que muge a intervalos regulares.
Tato y Doroteo animan al gran Bergamota. Alcides lleva unos días taciturno, alicaído. El éxtasis barroco parece que ha cesado.
- Venga Alcides, una de chinos, un poco verde, un poco picantona – lanza Tato.
- Tato siempre con lo mismo –contesta Doroteo. Nada de eso, una de la montaña en el horizonte a la que nunca llega el viajero que camina dando pasitos cortos, o de farolillos de papel que se enciende al atardecer, o del último sampán saliendo del puerto a mar abierto antes de que el Emperador cerrara China al mundo…
Bergamota sonríe divertido y halagado también por los desvelos de sus amigos:
Chuan Chu y Wong Li paseaban juntos por el bosque. El leve roce de sus túnicas de vivos colores con la hierba húmeda fue suficiente para levantar un bando de perdices grises que echaron a volar asustadas.
Chuan Chu dijo a Wong Li:
- Huyen como los días en la vida gris del funcionario imperial, azuzados por el miedo a la sombra del Emperador.
Wong Li dijo a Chuan Chu:
- Huyen como las cortesanas que susurran y ríen cuando las persigo durante mis visitas a la casa sobre la laguna, con mis manos gordezuelas agitándose y el duro jade al descubierto.
Los dos amigos han escuchado con atención y sigue al final de la improvisación un aplauso breve, de una mano móvil que da tres palmadas sobre la otra quieta. La tarde se anima y empiezan las glosas al improvisado relato.
- Más que duro jade será blanda piedra de jabón, dice Tato que le ha oído la expresión a Sanglier hace un rato, mientras compartían tertulia y café en el Círculo.
- Sí, claro, o tenso pepino rugoso – añade Doroteo que no quiere quedarse atrás si hay que seguir por la senda de lo chocarrero.
- Por favor, silencio que os va a oír la Condesa de la Croqueta y le va a dar un soponcio otra vez.
Tato y Doroteo animan al gran Bergamota. Alcides lleva unos días taciturno, alicaído. El éxtasis barroco parece que ha cesado.
- Venga Alcides, una de chinos, un poco verde, un poco picantona – lanza Tato.
- Tato siempre con lo mismo –contesta Doroteo. Nada de eso, una de la montaña en el horizonte a la que nunca llega el viajero que camina dando pasitos cortos, o de farolillos de papel que se enciende al atardecer, o del último sampán saliendo del puerto a mar abierto antes de que el Emperador cerrara China al mundo…
Bergamota sonríe divertido y halagado también por los desvelos de sus amigos:
Chuan Chu y Wong Li paseaban juntos por el bosque. El leve roce de sus túnicas de vivos colores con la hierba húmeda fue suficiente para levantar un bando de perdices grises que echaron a volar asustadas.
Chuan Chu dijo a Wong Li:
- Huyen como los días en la vida gris del funcionario imperial, azuzados por el miedo a la sombra del Emperador.
Wong Li dijo a Chuan Chu:
- Huyen como las cortesanas que susurran y ríen cuando las persigo durante mis visitas a la casa sobre la laguna, con mis manos gordezuelas agitándose y el duro jade al descubierto.
Los dos amigos han escuchado con atención y sigue al final de la improvisación un aplauso breve, de una mano móvil que da tres palmadas sobre la otra quieta. La tarde se anima y empiezan las glosas al improvisado relato.
- Más que duro jade será blanda piedra de jabón, dice Tato que le ha oído la expresión a Sanglier hace un rato, mientras compartían tertulia y café en el Círculo.
- Sí, claro, o tenso pepino rugoso – añade Doroteo que no quiere quedarse atrás si hay que seguir por la senda de lo chocarrero.
- Por favor, silencio que os va a oír la Condesa de la Croqueta y le va a dar un soponcio otra vez.
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