miércoles, 15 de enero de 2025

Una nota crítica, aparecida en el Heraldo de Nava. Por Genaro García Mingo Emperador.

Nada hay más cierto que lo secreta que es España. Pero no hay más que buscar y quedar deslumbrado. No hay más que saber mirar y asombrarse ante el tesoro infinito que ante nuestros ojos aparece. Y no espera sino que nuestras manos ávidas y un algo ansiosas, nuestras manos temblorosas, se sumerjan en él. Pero cuanto le cuesta al español de este instante, de tan toscas y breves razones, quitarse las cien amargas vendas que sobre los ojos lleva puestas que insiste en apretar con obtusa cabezonería, cuanto le cuesta despojarse de cegadoras simplezas. ¡He dicho! 

Se queda con lo menos valioso del 98, su pesimismo, y lo adoba con simplezas renovadas al estilo de “este país” y de ahí no pasa este buen señor, como diría Alfonso Reyes que supo verlo todo ya en los años 20 del siglo pasado. No hay más que ir de su mano. 

Y cuando el español contemporáneo da el paso, se quita la venda, a menudo lo hace con la misma simpleza, la misma tosquedad, manchándolo todo. Oía hace poco a uno de estos decir que no se podía atribuir a Nelson el triunfo en el combate de Trafalgar puesto que había muerto al principio de la batalla naval. Me quedo asombrado. ¿No pudo Nelson decidir que se daría el combate, diseñar la estrategia, ordenar las formaciones? ¿No fue él quien pronunció la famosa arenga? Y para poner las cosas en su sitio, en su realidad, ¿vamos a acudir a expediente tan miserable? En fin. 




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