Cuando se estrenó la película inglesa El discurso
del Rey, fueron muchos los cursis que mirando desde lo más alto con
condescendencia a los demás, explicaron que el titulo original en inglés, The speach
of the King, bien podría haberse traducido por el habla del Rey y que en la
traducción española se perdía el sutil juego de palabras discretamente alusivo
a la tartamudez del monarca británico. Don Pariolo de España fue uno de los que
–una vez enterado de la explicación leída en un periódico- se puso a mirar
enseguida por encima del hombro a los demás, convencido de que su inglés era
inmejorable y de que había sido él, en el fondo, uno de los que había
contribuido a ilustrar a sus mentecatos compatriotas. Y es que en España hoy
sabemos mucho inglés. Don Pariolo de España fue noventayochista finisecular
tras haber leído poco y mal, entendiendo menos, un algo de Baroja, el Idearium
de Ganivet, otro poco de Azorín, un pellizco de Unamuno. De ahí pasó naturalmente
a la cosa progre pop y un tanto melenuda, con la escoba de barrer y nuevos
ánimos de renovación. A todas horas repetía, henchido y pomposo, engallado y
ufano, la expresión en este país, aplicada
a troche y moche, a todas las cosas. A fuerza de usar la muletilla adornada con
todos los complementos posibles (en este país no se piensa, no hay cultura, no
cabe un tonto más, es imposible, etc.), completo desconocedor de que su manía
había sido ya explicada y ridiculizada por Larra hace cien años, las facultades
mentales de don Pariolo de España, sin llegar a perderse, fueron quedando
anquilosadas, tiesas para todo lo que fuera la reflexión histórica, política,
social, análisis de la actualidad, puesto que todo se debía al fatal
determinismo recogido en el veredicto inapelable en que consistían esas pocas
palabras: en este país.
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