Reproducios a continuación el artículo que Alcides Bergamota publicó el pasado sábado en el Heraldo de Nava.
CINE ESPAÑOL Y GENERACIONES, esquema para una explicación.
Hace unos días oímos un programa sobre el productor de cine Elías
Querejeta. Del talento de Querejeta no hay duda, ligado como estuvo a los
mejores directores del cine español y a tan grandes películas. Sobre todo
durante los años setenta, porque todo hay que decirlo, el filón parece que se
agotó. Y esto es lo interesante. Las generaciones se solapan, aquello que es
central en la generación actual, de alguna forma fue gestándose durante la generación
anterior. O dicho de otra manera, la generación presente, lleva dentro, los
elementos que irán germinando hasta cuajar en la siguiente. Y esos elementos
podrán ser continuadores de los vigentes, o nuevos, en contradicción o no con
lo anterior. Podrán consistir en enmiendas, matices, refutaciones, revisiones,
lo que sea, de forma brusca y obvia o sutil y matizada. Todo esto es bastante
evidente. También lo es que la generación presente normalmente se posiciona
respecto de la anterior, a la que por un lado es natural que sustituya y por
otro es inevitable que enjucie, asumiendo un legado o rechazándolo. Habrá de
todo un poco, continuación y ruptura en distintas dosis según las épocas.
Es lógico por tanto que la generación que hizo cine durante los
setenta (Querejeta como productor, Armiñan, Saura, Erice, Camus, Berlanga, etc.)
contara el mundo desde su punto de vista y lo hiciera mirando a su alrededor, y
asomándose al pasado reciente –la guerra civil y el franquismo-, con mayor o
menor espíritu crítico. Y lo hizo con una mirada crítica y enorme talento y
lirismo. Baste citar como ejemplo obras como La prima angélica, El espíritu de
la colmena, el Sur, Cría cuervos, Mi querida señorita, Los pájaros de Baden
Baden, etc.
Los directores a que nos referimos han nacido antes de la guerra
civil. Han conocido por tanto, más o menos de cerca en función de la edad, la guerra.
Y todos, claro, la postguerra. Crecen y se educan durante ese periodo. Imaginamos
que reciben la educación de entonces, tal vez no muy original, pero si sólida y
clásica. Desde luego se nota en su cine y se nota en los actores que los
protagonizan (Paco Rabal, Fernando Fernán Gómez, Jose Luis López Vázquez,
etc.). Los testimonios que conocemos sobre cómo funcionaban los colegios
públicos mencionan un nivel educativo alto en un ambiente que, con las limitaciones
que se quiera, todavía premiaba esfuerzo y excelencia. ¿Tal vez fuera una
escuela sustentada todavía por la generación anterior a la guerra salida de la
edad de plata? No tenemos ni idea y habría
que hacerse una idea.
Como decíamos, es natural que su cine se asome al tiempo que han
vivido, lo cuente, lo critique, lo analice. Y lo más importante de todo es que todo
ese cine se realiza con muchísimo talento.
Esa generación tiene ahora muchos años, envejece y tal vez sus temas
se hayan agotado. La gran temática del tiempo reciente, de la guerra y de sociedad
española de la postguerra, tan abundantemente tratada, no da para más.
Se produce un relevo generacional adecuado? Creemos que no. El tema
mencionado se mantiene, pero ahora se trata de una manera poco creíble. En
lugar del punto de vista personal, que no puede dar quien no ha vivido lo que aborda,
se adaptan relatos posteriores o se escriben guiones maniqueos y acartonados.
Frente a la obra personal del creador aparece la torpe película de tesis, se
trabaja con un filtro político, con una intención política actual, al servicio
de la cual –consciente o inconscientemente – se pone el cine. El efecto, desde
el punto de vista artístico es devastador. Influye enormemente también, de
forma decisiva, el sistema de financiación de la producción con dinero público.
Dirigir dependerá menos del talento personal que de saber entrar en el circuito
político económico, acatando las consignas. Todo rastro de una obra personal ha
desaparecido.
Cuando el cine sale del pasado, para narrar el presente, surge la voz
personal, obsesiva, excéntrica de Almodóvar, llena de talento y personalidad cuando
narra lo que conoce (la noche o La Mancha, las mujeres o un cierto Madrid,
etc.). Aunque creemos que en este caso la veta se encuentra también agotada.
Porque las obsesiones del cineasta no dan para contar nada nuevo que tenga
fuerza o interés y porque la adopción de las consignas, el recitar la doctrina
de los camaradas, indudablemente es nocivo para la creatividad.
Hay entonces un gran
silencio. ¿Quién se atreverá con un guion y una película sobre el primero Psoe,
Marbella, el saqueo del Estado, los cambios sociales, las ministras posando
para las revistas de moda, la nueva izquierda, el guerra civilismo, Zapatero,
el 11-M, Aznar y Bush, la mediocridad de Rajoy, el esperpento
de María Soraya, el trinque organizado, las Ongs corruptas, el funcionamiento
de los partidos políticos, el sistema y su discurso, los nacionalismos, etc.?
¿Dónde está nuestro Valle-Inclán? ¿Dónde están los Azcona y Berlanga de hoy,
para la sal gruesa; los Saura y Erice
mirando nuestro mundo? Silencio. El sistema de hoy no tiene ni quien se atreva
a criticarlo. Sin embargo, el éxito de películas de tono menor (como la serie
Ocho apellidos…) indica que hay un
público con ganas de que alguien le cuente historias de hoy, alguien que mire
con talento y creatividad nuestro mundo. Pues eso.
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