domingo, 30 de noviembre de 2014

Miscelánea cepogordista.

La gran abundancia de malas  películas, de pésimas historias, de guiones ridículos y artificiales, de horribles novelas que no valen el papel en que se imprimen, nos rodea de narraciones que tanto en la forma como en el fondo son pésimas y pueden llegar a producir, en momentos de debilidad, un poco de vergüenza ajena, e incluso un cierto asombro ante las cosas de la humanidad. Indice de libros prohibidos y hogueras son una tentación contra la que hay que mantenerse firmes, pese a las ganas. Hay que tener paciencia con los gilipollas y las historias pésimas, se lo digo yo hombre. Esta región de España que ahora atraviesa usted al trote está hecha de desordenados fragmentos, quebrada, como rota con su aire mediterráneo pero mojado por la lluvia. Cañerías, arquitecturas fragmentadas y cojitrancas, infinidad de cursos de agua, riachuelos, arroyos, regatos, correntías, siempre tapados, siempre escondidos por la maleza, por hileras de espadañas, plumeros y juncos. Es la tierra del junco y la espadaña. Sobre ese campo verdiblanco, mojado, quebrado, se oye el graznido seco del pterodáctilo. Por la noche la sucesión de casas cerradas, el perfil de dos cipreses, el crepúsculo anaranjado, casi enteramente comido por la oscuridad evocan un mundo pequeño y seco, de boina calada y cigarrillo liado que se fuma en un silencio de sepulcro, con los dientes apretados. ¿Pero qué me dice? ¿Significa entonces que no encontraremos aquí al gaucho matrero con sus espuelas de fierro, que caracolea a lomos de su petiso, sobre el recado de pieles? ¿No es esta tierra de asados, potreros y grandes trashumancias? ¿Pero cómo es posible? ¿Cómo llegué aquí? ¿Dónde está muy yegua mora, y mi silla de montar, mi cobija mis espuelas y mi soga de enlazar? ¿No se corren aquí los toros en el campo? ¿No se quiebra la embestida de la fiera con garbosa hombría? ¿No sé para de frente ni se carga la suerte? Pero oiga usted, ¿Qué ha pasado aquí?

Entre los claros y evidentes enemigos del cepogordismo se encuentra sin duda el orovivo o gusano del alambre, las rosquillas, el alacrán cebollero, el grillo tolpa y el gorgojo del tabaco. En cambio, el escarabajo pelotero, la chicharra o cigarra y el gallo lira despiertan una gran simpatía e incluso un moderado afecto entre el cepogordismo.

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